Dos campeones olímpicos de los Juegos Olímpicos de Tokio, el hermano de uno de ellos (ex atleta y hoy dirigente) y una empresa investigada por accesos ilegales a bases de datos estatales fueron los protagonistas de una increíble trama de ciber-espionaje que sacudió en los últimos meses al deporte «azzurro» y que ahora llegó a su fin con un duro castigo para el principal acusado. La Federación Italiana de Atletismo (FIDAL) le impuso una suspensión de tres años a Giacomo Tortu, hermano mayor del velocista Filippo Tortu, tras encontrarlo culpable de espionaje contra a Marcell Jacobs, ganador de los oros en los 100 metros y en el relevo 4×100, con Filippo de compañero, en la cita de la capital japonesa.
El Tribunal de Disciplina de ese organismo determinó que Giacomo, miembro de la FIDAL y actual presidente del club Raptors de Milán, contrató los servicios de la agencia Equalize para obtener acceso al teléfono de Jacobs. ¿El objetivo? Demostrar que el bicampeón olímpico había utilizado drogas prohibidas para mejorar su rendimiento y conseguir información que, presuntamente, favorecería a su hermano.
«Fue una mera inferencia de su parte, que no encontró respaldo alguno en el análisis informático realizado», aclaró el tribunal, que sancionó a Giacomo con 30 meses por «la violación del respeto y del cumplimiento de los estatutos y reglas federativas, así como los principios de lealtad, integridad, equidad deportiva y disciplina, que constituyen los fundamentos del deporte» y añadió otros seis meses por «haber cometido la infracción con el objetivo de cometer o de disimular otra, o por asegurarse así mismo o a otro una ventaja».
Así, el mayor de los Tortu quedó inhabilitado para ocupar cargos en clubes afiliados ni acceder a campos de competición o formación, tras asumir la plena responsabilidad del caso.
En el fallo, además, se confirmó la inocencia de Filippo por ser «completamente ajeno a la iniciativa del acusado». El velocista de 27 años, quien fue un prodigio de su deporte y la gran promesa del atletismo italiano antes de la irrupción de Jacobs en Tokio, había asegurado: «Me cayó como un balde de agua fría. Me enteré de la noticia por los medios de comunicación».
El escándalo es un capítulo más de una investigación mayor sobre los ciber-espías de Equalize, empresa especializada en seguridad e investigaciones, que está acusada de acceder a base de datos estatales para obtener información confidencial sobre otras compañías y figuras públicas y políticas. Y estalló en febrero a partir de una publicación del diario italiano Il Fatto Quotidiano.
Ese medio informó que, al declarar en el marco del caso contra su empresa, Carmine Gallo, inspector de policía jubilado y director de Equalize, había implicado a Giacomo al contar que recibió de sus manos 10 mil euros para obtener datos referidos a 2020 y 2021 sobre los resultados de los análisis de sangre de Jacobs y acceder al contenido de su celular.
El ex inspector dijo también que desde un primer momento, Giacomo dejó en claro que su hermano no sabía nada sobre ese pedido. Y que la búsqueda de esa información ni siquiera tuvo éxito.
Jacobs aseguró que no sabía nada de la investigación ilícita en su contra hasta que se hizo pública en febrero. Foto Carmen Mandato/Getty Images/AFPCuando Il Fatto Quotidiano reveló el espionaje, ya estaba en marcha una investigación en contra de Giacomo a cargo del fiscal Francesco De Tommasi y los Carabineros.
Según se conoció más tarde, en octubre del año pasado, De Tommasi tomó declaración a un testigo, amigo de Giacomo, que contó que «en julio de 2021, antes de la victoria olímpica de Jacobs, Tortu recibió noticias de un periodista sobre un presunto doping de Marcell». Y aseguró que había lo acompañado a una reunión con Gallo, en la que se solicitó el espionaje contra el luego bicampeón olímpico.
Cuando declaró en junio ante la Dirección Distrital Antimafia de Milán y la Dirección Nacional Antimafia y Antiterrorismo, Jacobs, de 30 años, aseguró que después de su consagración en la capital japonesa, «el Times publicó un artículo sobre mi presunto doping, tras lo cual recibí llamadas de periodistas italianos pidiéndome que comentara sobre esta acusación», que resultó ser falsa. Pero afirmó que no recordaba haber hablado con el periodista señalado por el amigo de Tortu y que, hasta que se hizo pública a principios de este 2025, desconocía por completo esa actividad ilícita en su contra.
El velocista había defendido en una entrevista con La Gazzetta dello Sport a Filippo, uno de sus compañeros en el relevo que se subió a lo más alto del podio en Tokio y que completaron Lorenzo Patta y Eseosa Desalu. «Aunque tiene una relación muy cercana con su hermano, no creo que supiera nada. Me guío por la intuición», afirmó poco después de conocerse el caso.
Filipo afirmó que enterarse del accionar de su hermano «fue un baldazo de agua fría». Foto Instagram @tortufilEn su declaración ante la fiscalía, reiteró su posición: «(Filippo) Me llamó para ver cómo estaba. Pero no puso excusas. Quería saber si sentía alguna animadversión hacia él, sobre todo porque seguimos haciendo la posta juntos y ese grupo siempre ha estado muy unido. Lo tranquilicé, haciéndole entender que no tenía nada en su contra, hasta que, obviamente, se supiera toda la verdad sobre el tema».
Filippo, en tanto, optó por no comparecer en mayo pasado ante la fiscalía de Milán al ser citado a declarar como testigo, amparándose en el derecho de «abstención» previsto por la ley por ser hermano del acusado.
Hasta ese doblete dorado en los Juegos de la pandemia, Jacobs no había conseguido ningún gran título en su carrera y que era un desconocido del gran público. A diferencia del menor de los Tortu, que ya tenía, por ejemplo, un subcampeonato mundial sub 20 y un título juvenil europeo en el hectómetro y se perfilaba como la gran esperanza para encabezar el regreso del atletismo italiano a la elite.
Sin embargo, en Tokio, Jacobs sorprendió. El 1° de agosto se impuso en los 100 metros, la prueba reina de este deporte, con un tiempo de 9s8 (nunca antes había bajado los 10 segundos) y por delante del estadounidense Fred Kerley y el canadiense Andre De Grasse. Filippo, por entonces de 23 años, no pudo superar las semis.
El relevo 4×100 italiano que se quedó con el oro en Tokio. Foto AP/Charlie RiedelCinco días después, los dos volaron para coronarse también en el 4×100, junto a Patta y Desalu y con récord italiano, por delante del cuarteto canadiense y del chino.
Así, el velocista nacido en Estados Unidos -que adoptó la nacionalidad de su madre- se convirtió en una estrella en su país de la noche a la mañana. Y ese éxito inesperado, combinado con una sospecha de doping que nunca se confirmó, llevó a Giacomo a iniciar su espionaje, que terminó transformándose en el mayor escándalo del olimpismo italiano en los últimos tiempos.










