La vecindad de México con Estados Unidos ha sido fuente de las mejores oportunidades y, a la vez, origen de humillaciones e infortunios. Avatares de una cercanía con el sueño americano o con el mayor mercado de consumo del mundo que bien podría constituir motivo de envidia para muchos otros países. Con el arribo de Donald Trump, sin embargo, se ha convertido potencialmente en una maldición. Es cierto que todas las naciones tienen motivos de preocupación por los embates del atrabancado republicano. Pero la vulnerabilidad de México es distinta: la visión política de la derecha estadounidense hace de nuestro país un asunto de seguridad nacional doméstica, con todos los riesgos que ello supone.










