El Chelsea elimina al Benfica después de 4 horas y 38 minutos de fútbol y tormenta eléctrica | Mundial de clubes 2025

El Chelsea elimina al Benfica después de 4 horas y 38 minutos de fútbol y tormenta eléctrica | Mundial de clubes 2025


4 horas 38 minutos

1


Anatolii Trubin, Samuel Dahl, Nicolás Otamendi, António Silva, Fredrik Aursnes (Tiago Gouveia, min. 85), Florentino (Gianluca Prestianni, min. 69), Leandro Barreiro, Orkun Kökçü (João Veloso, min. 84), Andreas Schjelderup (Kerem Aktürkoglu, min. 45), Vangelis Pavlidis (Andrea Belotti, min. 69) y Ángel Di María

4


Robert Sánchez, Reece James (Malo Gusto, min. 79), Benoît Badiashile (Tosin Adarabioyo, min. 69), Levi Colwill (Aarón Anselmino, min. 117), Marc Cucurella, Roméo Lavia (Trevoh Chalobah, min. 85), Cole Palmer, Pedro Neto, Enzo Fernández (Kiernan Dewsbury-Hall, min. 80), Moisés Caicedo y Liam Delap (Christopher Nkunku, min. 80)

Goles
0-1 min. 63: Reece James. 1-1 min. 94: Di María. 1-2 min. 107: Nkunku. 1-3 min. 113: Pedro Neto. 1-4 min. 116: Kieran Dewsbury-Hall

Arbitro Slavko Vincic

Tarjetas amarillas
Vangelis Pavlidis (min. 49), Moisés Caicedo (min. 60), Florentino (min. 62), Orkun Kokcu (min. 82), Cole Palmer (min. 91), Antonio Tavares Da Sila (min. 91), Gianluca Prestianni (min. 95), Levi Colwill (min. 101), Tiago Gouveia (min. 120)

Tarjetas rojas
Gianluca Prestianni (min. 91)

Todo parecía tan claro durante tanto tiempo que resultaba normal pensar que solo el cielo podía rescatar al Benfica. Incluso si se siente aversión a los tópicos. Y entonces, a solo cinco minutos de que el Chelsea, que ganaba 0-1, alcanzara los cuartos de final contra el Palmeiras, el cielo intervino. Y abrió paso a Ángel… di María. Cayeron rayos en alguna parte a menos de 13 kilómetros del estadio de Charlotte y el árbitro detuvo el partido para cumplir el protocolo de seguridad ante tormentas con aparato eléctrico. Se pasaron casi dos horas sin jugar. Cuando se reanudó el choque, la mayoría de los 25.000 espectadores ya se habían ido a casa, convencidos de que todo estaba dicho en un encuentro que había circulado en un solo sentido. Pero no. El Chelsea se clasificó para los cuartos, pero no siguiendo ese guion rectilíneo, sino después de superar los efectos de la tormenta que les llevó a una prórroga en la que arrollaron a los portugueses.

Pero antes el Benfica había revivido tras las dos horas eléctricas que pasó en el vestuario. Sobre todo el talento inacabable de Di María. El argentino agarró la manija en esos minutos límite y en el añadido provocó una falta que envió flotando al área. Después de un remate de cabeza, la pelota le pegó a Malo Gusto en el brazo extendido, un toque detectado por el VAR. Di María, por supuesto, embocó el penalti con sutileza por el centro y estiró aún más uno de los partidos más largos de la historia, el último del argentino en el Benfica y en Europa.

La normativa obliga a detener el partido durante media hora si se detecta actividad eléctrica en los alrededores del estadio. Como en ese primer parón, cayeron más rayos, la espera se alargó: cada descarga registrada obliga a comenzar de nuevo la cuenta atrás de 30 minutos. El de Charlotte fue el sexto partido afectado durante el Mundial de Clubes.

Las dos horas de tormenta transformaron un cruce que llevaba un buen rato muerto y que desembocó en una prórroga en la que el Benfica revivió incluso después de sufrir la expulsión de Prestiani. Tuvieron varias ocasiones a la contra, hasta que los ingleses impusieron la lógica en una tarde disparatada. Marcaron Nkunku, Neto y Kieran Dewsbury-Hall, y pasó lo que parecía que iba a pasar desde que empezaron a jugar más de cuatro horas y media antes.

Ángel Di María en el partido de este sábado.

El Chelsea dominó desde el comienzo la escena, en la que apenas compareció el Benfica. El equipo inglés administraba la pelota a su conveniencia, con momentos de pausa y con otros de acelerón. A Maresca le funcionaba todo el entramado. Encontraban la manera de amenazar por la derecha con Neto, o por la izquierda con Palmer y Cucurella. Las asociaciones del inglés eran las más indescifrables para el Benfica. Por el centro con Delap, cuando aparecía entre líneas. O por la derecha, con Cucurella. Si asomaba por esa banda, la fuerza gravitatoria con la que Palmer atrae defensas liberaba espacio para el lateral, que dispuso de las ocasiones más claras en el área. La primera, que buscaba la escuadra, la salvó de cabeza António. La segunda la desactivó el portero, Trubin, un gigante que se estiró hasta despejar el mano a mano con el brazo derecho.

El joven central portugués y el portero ucraniano sostenían a un Benfica al que la pelota se le escurría como si fuera líquida. Solo cuando aparecía Di María encontraban algún camino que transitar por el que acercarse a Robert Sánchez sin tener que correr enseguida hacia atrás. Todo lo demás era resistencia, a la espera de que transcurriera el tiempo y amainara el empuje del Chelsea. O de que interviniera el cielo, claro.

El Chelsea solo encontró premio en la sorpresa, un lance desconectado del aluvión de juego. Fue una falta lateral, de esas que siempre terminan en centros al área. Pero Reece James tuvo otra idea. Vio un resquicio entre los dos jugadores de la barrera, el palo y la posición de Trubin, pendiente de los cabeceadores. Y por allí coló el gol destinado a terminar con la eliminatoria, porque el Benfica apenas había dejado escapar un par de raptos de rebeldía. Puro humo. Hasta que llegaron los rayos. Y Di María revivió al Benfica. Y el Chelsea sufrió unos minutos de vacilación a los que se sobrepuso para alcanzar por fin los cuartos, cuatro horas y 38 minutos después de empezar a buscarlos.