el nuevo libro de pases y quiénes quedaron a cargo de las casas de alta costura

el nuevo libro de pases y quiénes quedaron a cargo de las casas de alta costura


En los últimos meses, el mundo de la moda vivió uno de los periodos más vertiginosos de su historia reciente. Cambios de directores creativos, debuts esperados y salidas sorpresivas transformaron el mapa de las grandes casas. Lo que antes era una excepción, un cambio ocasional, se volvió un síntoma de época; el lujo contemporáneo parece funcionar hoy con la lógica de un mercado de pases similar al del fútbol, donde cada movimiento redefine jerarquías y expectativas.

Los nombres que protagonizan esta nueva etapa no son menores. Pierpaolo Piccioli dejó Valentino para tomar las riendas de Balenciaga, Matthieu Blazy asumió la dirección de Chanel, Dario Vitale debutó en Versace, y Demna Gvasalia, tras su controvertida gestión en Balenciaga, prepara su primer desfile al frente de Gucci. A ellos se suman otras incorporaciones como Louise Trotter en Bottega Veneta, o Jonathan Anderson en Dior. Hace días se confirmó que la italiana María Grazia Chiuri, ex Dior, es la nueva directora de Fendi.

Cada cambio refleja una búsqueda, reconectar con la identidad, recuperar el deseo, reinventar la narrativa de marca o, simplemente, sobrevivir en un contexto donde la atención es efímera y el consumidor, impredecible.

Jonathan Anderson asume todas las líneas de Dior. Foto: Reuters

La industria del lujo se mueve hoy entre dos extremos, la necesidad de sorprender y la obligación de vender. Por eso los directores creativos ya no son elegidos únicamente por su talento, sino por su capacidad para difundir lo que hacen. Las redes sociales y el algoritmo dictan los tiempos, y las casas, con décadas o siglos de historia, deben aprender a moverse con esa dinámica respetando su herencia. La renovación generacional se impone para intentar adaptarse a un público más joven. No se trata solo de ropa, sino de identidad cultural.

Chanel, por ejemplo, apostó por Matthieu Blazy, un diseñador con una sensibilidad casi artesanal, formado en los talleres de Margiela y Bottega Veneta. Su nombramiento marca una inflexión clara, después de años bajo la dirección de Virginie Viard, cuya propuesta fue criticada por su falta de emoción. Con este pase, la maison buscó volver a enamorar al público, y lo logró. Su debut en París fue un éxito rotundo que dejó a Chanel en el centro de la escena.

Después de Gucci, Alessandro Michele prepara su regreso con una nueva firma propia. Foto: efeDespués de Gucci, Alessandro Michele prepara su regreso con una nueva firma propia. Foto: efe

Pero si hubo un debut que simbolizó la idea de “redención” fue el de Pierpaolo Piccioli en Balenciaga. La casa atravesaba una etapa difícil tras la salida de Demna, marcada por polémicas y desgaste mediático. Piccioli, en cambio, representa todo lo opuesto, sensibilidad, romanticismo, y lo más importante: respeto por la tradición. Su llegada fue interpretada como un intento de limpiar la imagen de la marca y con el objetivo de devolverle su pureza arquitectónica.

El desfile de su debut, titulado The Heartbeat, fue presentado en la sede histórica de la maison en París. Allí, Piccioli desplegó un ejercicio de equilibrio, recuperó la estructura y el volumen de Cristóbal Balenciaga, pero sin caer en la nostalgia. Su Balenciaga fue más emocional que provocador, y funcionó. Los cortes geométricos, las texturas suaves y una paleta que oscilaba entre el blanco, el negro y los tonos empolvados marcaron una ruptura radical con la etapa anterior. La crítica lo celebró. Se habló de un renacer elegante, de un Balenciaga que volvía a poner la costura en el centro y relegaba el ruido mediático. Si Demna había llevado a Balenciaga al límite de lo absurdo, Piccioli la trajo de vuelta al terreno de la belleza clásica, con innovación.

Un relevo que no funcionó

En el caso de Versace, el cambio fue más traumático. Por primera vez , un miembro ajeno a la familia tomó las riendas. Dario Vitale, con un pasado en Miu Miu y Bottega Veneta, asumió el desafío de reinterpretar un ADN marcado por el hedonismo, el erotismo y el exceso. Y su debut, lejos de generar unanimidad, dividió aguas.

El desfile en Milán fue visualmente potente, pero carente de coherencia. Los guiños al archivo, medusas, dorados y cadenas, convivían con referencias urbanas y materiales sintéticos que no terminaban de integrarse. La crítica lo calificó como un debut desordenado, más preocupado por la puesta en escena que por la narrativa. El intento de “modernizar” Versace derivó en una colección confusa, sin el carisma ni la sensualidad que caracterizan a la marca. Hubo un exceso de racionalidad en una casa que siempre funcionó desde la pasión. Si Balenciaga encontró en Piccioli un renacimiento emocional, Versace parece haber perdido ese pulso. Aun así, algunos looks, particularmente los de noche, mostraron destellos de lo que podría venir, una nueva sensualidad menos obvia, más sofisticada.

Pierpaolo Piccioli renueva Balenciaga. Foto: ReutersPierpaolo Piccioli renueva Balenciaga. Foto: Reuters

Reconstruir desde el archivo

La llegada de Jonathan Anderson a Dior marcó uno de los giros más esperados del año. Su desembarco al frente de todas las líneas femenina, masculina y alta costura, no solo consolidó su status como uno de los diseñadores más brillantes de su generación, sino que también abrió un nuevo capítulo en la historia de la maison. Anderson no busca romper con el pasado, sino reinterpretarlo con su inteligencia conceptual y su ojo contemporáneo. En su primera colección para el verano 2026, rescató los códigos de Christian Dior, el New Look, la chaqueta Bar, las faldas Corolle, y los transformó en piezas arquitectónicas, casi escultóricas, que dialogan con la idea de la mujer Dior pero desde una óptica actual.

A diferencia del romanticismo de Maria Grazia Chiuri, su enfoque es más matemático. Hay una tensión entre estructura y fluidez, entre archivo y futuro, que posiciona a Anderson como un traductor del tiempo presente. Sin embargo, su reto no es menor, Dior es una marca cargada de símbolos y expectativas, donde la innovación debe venir acompañada de una promesa comercial. Si logra equilibrar ese juego, sin repetir los códigos de Loewe o JW Anderson, puede firmar una de las etapas más estimulantes de la casa desde Galliano.

La inteligencia de lo silencioso

El debut de Louise Trotter en Bottega Veneta fue, para muchos críticos, el mejor de la temporada milanesa. Heredó una marca en un punto alto, Matthieu Blazy había consolidado un lenguaje potente, pero supo encontrar un tono propio, mucho más sobrio. Su colección primavera-verano 2026 apeló a una elegancia contenida, centrada en el Intrecciato (el trenzado de cuero característico de la firma) como gesto identitario. Y Trotter lo expandió más allá del cuero, lo reinterpretó en lino, en PVC, en tejidos técnicos, demostrando que lo artesanal también puede convivir con la moderno.

María Grazia Chiuri se muda a Fendi con la misión de renovar su legado. Foto: ReutersMaría Grazia Chiuri se muda a Fendi con la misión de renovar su legado. Foto: Reuters

Pocos movimientos generaron tanto ruido como el de Michael Rider en Celine. El diseñador estadounidense ya había formado parte de la firma, hasta llegar a consagrarse como la mano derecha de Phoebe Philo. Es decir que ya conoce su lenguaje. Lo que sorprendió fue la reacción en redes de Heidi Slimane luego de ver las fotos de campaña. Aseguró que había una “falta de visión propia”, y acusó a la maison de seguir explotando su estética sin evolución.

El debut de Rider en París no hizo mucho por contradecirlo. Su colección fue impecable en confección, pero sin contar nada nuevo. Jeans ajustados, camperas de cuero, minivestidos con brillo y una masculinidad retro inspirada en los ‘70. En su intento por no romper con la herencia de Slimane, Celine se volvió predecible.

Cuando Jack McCollough y Lazaro Hernandez asumieron la dirección creativa de Loewe tras la salida de Jonathan Anderson, las dudas fueron inmediatas. ¿Cómo reemplazar a quien había convertido la marca española en un laboratorio de ideas y uno de los epicentros de la moda contemporánea? Su respuesta fue contundente, no intentarlo. En lugar de imitar el conceptualismo de Anderson, propusieron una vuelta a la sensualidad y la artesanía más clásica.

El resultado fue un debut sorprendentemente equilibrado. Hubo tejidos rústicos, cuero trabajado con relieve, siluetas que recordaban la feminidad de los años ‘90 pero con un giro intelectual. Loewe volvió a hablar de cuerpo, pero desde la piel, no desde la forma. Aunque algunos extrañaron el dramatismo visual de Anderson, el dúo mostró coherencia y respeto por la herencia artesanal de la casa. Si logran mantener ese tono, y soltar de a poco la influencia de su estética neoyorquina, pueden consolidar una nueva etapa basada en la elegancia silenciosa para la firma.

Incógnita con nombre propio

La llegada de Demna Gvasalia a Gucci promete ser uno de los capítulos más polémicos, y estratégicamente calculados, de esta nueva era de la moda. Su estilo, irónico, con tintes de crítica social y una fuerte impronta callejera, podría chocar con el romanticismo barroco de Alessandro Michele, quien durante casi una década construyó un universo de fantasía, eclecticismo y sensibilidad que redefinió el ADN de la casa.

Sin embargo, el primer gesto de Demna como nuevo director creativo fue sorprendentemente emocional. Su lookbook ,“La Famiglia”, presentado en septiembre, funcionó como una carta de presentación antes del debut oficial de marzo de 2026. Lejos del exceso o la provocación, las imágenes mostraron una colección cápsula íntima y casi doméstica; modelos de todas las edades, de bebés a ancianos, retratados como parte de un mismo clan, un homenaje a los lazos familiares italianos y al sentido de pertenencia que históricamente definió a Gucci. El mensaje fue claro, antes de imponer su estética, Demna quiso reconstruir el alma de la marca. Las prendas, de líneas simples y tejidos nobles, rescatan su esencia artesanal, opacada en los últimos años, y reinterpretan los códigos Gucci a través de la sastrería, los mocasines, el monograma GG, desde un enfoque cotidiano.

El elegido. Matthieu Blazy es el nuevo director creativo de la firma francesa. APEl elegido. Matthieu Blazy es el nuevo director creativo de la firma francesa. AP

Matthieu Blazy se convirtió en uno de los diseñadores más respetados de su generación. Su paso por Bottega Veneta fue impecable: logró transformar una marca conocida por su discreción en un símbolo de lujo silencioso, sofisticado, basado en la artesanía. Su traslado a Chanel no solo fue una sorpresa, sino también una declaración de intenciones. En su primer desfile para la maison, Blazy no rompió con el legado de Karl Lagerfeld, pero sí lo actualizó. Su propuesta fue más fluida, más sensorial. Creó un Chanel reconocible, pero no predecible. La crítica internacional lo celebró: “una colección que respira vida y recuerda que la elegancia también puede ser vulnerable”, escribió The Guardian. Este debut reconfiguró lo que significa dirigir una marca histórica, no se trata de copiar el archivo, sino de interpretarlo emocionalmente. Blazy no rehizo a Chanel; la escuchó. Y eso, en tiempos de vértigo, fue revolucionario.

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