Sin perder un minuto, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, echó mano de la diplomacia —y de su agenda— en cuanto entró en vigor, el jueves pasado, el arancel del 50% que Estados Unidos le ha impuesto en su guerra comercial que, en el caso brasileño, incluye un ataque frontal a los tribunales. El mandatario brasileño conversó este lunes por la noche con el chino Xi Jinping, tras hacerlo con el ruso Vladímir Putin y con el indio Narendra Modi, también socios fundadores de los BRICS, el bloque del Sur Global. Lula busca nuevos mercados para sus exportaciones y aliados frente a Donald Trump sin descuidar los esfuerzos para abrir vías de negociación con Washington.
El presidente chino le dijo a su homólogo brasileño que “China está lista para trabajar con Brasil y erigirse en ejemplo de unidad y autosuficiencia entre los países del Sur Global”, según el relato de la conversación presidencial divulgado por la prensa oficial de su país. La llamada duró una hora y se produjo a instancias de latinoamericano.
En el caso de Brasil, el castigo arancelario tiene motivos políticos explícitos. Es la manera en que Trump presiona a la justicia brasileña para que el expresidente Jair Bolsonaro no rinda cuentas por el intento de golpe contra Lula. El presidente, el juez Alexandre de Moraes y el Tribunal Supremo al completo resisten la descomunal presión.
La nota que la Presidencia de Brasil emitió sobre la llamada con Xi no menciona los aranceles ni a EEUU. Afirma que “ambos presidentes manifestaron su voluntad de seguir identificando nuevas oportunidades comerciales entre ambas economías” además de estrechar lazos en las áreas que ya colaboran, como salud, petróleo o economía digital.
Brasil considera que diversificar sus relaciones comerciales es la manera más eficaz de defenderse del tarifazo de Trump. Pero, como recalcó el principal asesor de Lula en asuntos internacionales, el embajador Celso Amorim, este lunes las miras brasileñas van mucho más allá de los socios de los BRICS. Amorim explicó en Roda Viva, uno de los programas de entrevistas más emblemáticos del país, que pretenden aumentar el comercio con la Unión Europea, los países asiáticos, además de estrechar lazos económicos con México y Colombia.
La llamada más breve de las tres fue la de Putin, el sábado. Duró unos 40 minutos. La ronda telefónica de Lula arrancó, el jueves, con Modi. Hablaron durante una hora. La India y Brasil son los países a los que más duramente ha castigado Trump en su guerra arancelaria, con ese 50%.
Brasil ve con cierta impotencia la absoluta cerrazón de la Administración Trump a retomar el diálogo, que quedó súbitamente cancelado cuando el presidente decidió atacar a Brasil para neutralizar lo que considera una caza de brujas contra Bolsonaro. Con el resto de los países afectados, el estadounidense se ha avenido a negociar y cada tanto anuncia una rebaja o una prórroga.
Lula aprovechó estos contactos para tratar otros asuntos con los que Brasil pretende aumentar su protagonismo en la escena internacional. Con Putin habló sobre “los recientes esfuerzos de paz entre Rusia y Ucrania”. Brasil se ofreció como mediador en ese conflicto desde el inicio, pero sin éxito por el momento.
Otro asunto relevante para Brasil y abordado en sus intercambios con los líderes de otras potencias es la cumbre climática de la ONU, la COP 30, que se celebrará en Belém, en la Amazonia, en noviembre. Ante un panorama complicado porque EEUU ha abandonado el Acuerdo de París para frenar la crisis climática, Lula intenta desesperadamente persuadir a sus aliados de que se impliquen a fondo para que la cita obtenga resultados.