El tango rinde homenaje al legendario bandoneonista Anibal Troilo

El tango rinde homenaje al legendario bandoneonista Anibal Troilo

“Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo? Pero, ¿cuándo? ¡Si siempre estoy llegando!”, se escuchó este jueves en el Teatro Colón de Buenos Aires. “Y si una vez me olvidé, las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja titilando como si fueran manos amigas, me dijeron: gordo, gordo, quedate aquí, quedate aquí”, continuó la voz rasposa e inconfundible de Anibal Pichuco Troilo en una grabación. A medio siglo de la muerte del legendario bandoneonista, el Festival y Mundial de Tango de Buenos Aires le rindió homenaje en el acto de apertura en el mayor teatro lírico de Argentina.

Troilo, uno de los grandes símbolos del tango, actuó en el Teatro Colón sólo una vez en su vida, en 1972. Hacía ya décadas que este género musical orillero, nacido en los márgenes, había conquistado Buenos Aires y gran parte del mundo, pero eran escasos los reconocimientos de ese estilo. Este jueves, los músicos de la Orquesta Típica Pichuco recrearon ese mítico recital junto al último pianista de Troilo, José Pepe Colangelo. “Ese gordo lindo nunca se fue, siempre está llegando”, dijo Colangelo emocionado.

Dicen que Pichuco no murió nunca, pero nació una vez: el 11 de julio de 1914. Ya a los nueve años soñaba con tocar el bandoneón, el instrumento por excelencia del ritmo del 2×4. “Antes de ponerme el fueye en las rodillas me ponía la almohada de la cama. Hasta que un día fuimos a un picnic en lo que había sido el viejo Hipódromo Nacional. Habían llevado a dos bandoneonistas y tres guitarras. Y cuando se fueron a comer, yo subí unos escalones, agarré un bandoneón y me lo puse en las rodillas. Esa fue la primera vez. Tendría nueve años”, contó décadas atrás. Su madre tardó dos años más en reunir el dinero suficiente para comprarle su primer bandoneón.

Pichuco se ganó el título de El bandoneón mayor de Buenos Aires. Su gran sensibilidad y un oído único le permitieron destacar como instrumentista, pero también como compositor, director de orquesta y formador de cantores. De su cabeza salieron tangos hoy clásicos como Barrio de tango, Sur, La última curda y Responso, entre muchos otros.

El director del festival, Gustavo Mozzi, cuenta que decidieron homenajear a Troilo como forma de “celebrar la vitalidad de su música y su presencia todavía acá entre nosotros”. El concierto representa también un relevo generacional al subir al mismo escenario a Colangelo, de 84 años, con jóvenes promesas del tango.

“Al gordo lo sigo queriendo, admirando y respetando”, cuenta Colangelo a EL PAÍS. “Sigo acordándome de las cosas que me dijo, que fueron increíbles y se me grabaron para siempre. Me decía: ‘pibe, usted toca con alegría, no la pierda”, recuerda a sus 84 años.

Poco antes de subir al escenario, el excepcional pianista se abraza con otros músicos, cantantes y bailarines de tango presentes en la gala de inauguración del festival. Colangelo celebra el cariño de todos, pero en especial de los integrantes más jóvenes de la orquesta con los que está a punto de tocar porque se ve reflejado en ellos. “Tenía 31 años cuando toqué acá con Pichuco. Los palcos se me caían encima, no me lo podía creer. Hoy me toca representarlo y tocar con un montón de chicos que no habían nacido cuando nosotros actuamos la primera vez acá”, agrega.

Competencia de tango

Como cada agosto, el Festival y Mundial de Tango de Buenos Aires convertirá a la capital argentina en la sede de la mayor competencia mundial de este baile, con la participación de parejas de medio centenar de países. Habrá también conciertos, milongas y actividades especiales.

“En la actualidad el tango está en un momento vigoroso y brillante”, destaca Mozzi. “Lo que lo caracteriza es la diversidad de miradas: están quienes cultivan los estilos de los 40 y los 50, quienes tocan en las milongas, quienes son referentes de los nuevos reperterios… Por suerte, el tango está en evolución, es un género vivo”, subraya. Los herederos de Troilo mantienen viva también la memoria de quien nunca se fue, siempre está llegando.