Gustavo Garzón:“Soy un humilde artista libre y hago lo que puedo”

Gustavo Garzón:“Soy un humilde artista libre y hago lo que puedo”

Aunque no es su primera incursión en el cine, el nombre de Gustavo Garzón se asocia inmediatamente con el teatro. Las dos pantallas siempre han contado con sus actuaciones, tanto en los años en que se filmaban ficciones para la televisión como en el cine. Es ésta su tercera propuesta dentro de los documentales, primero fue Down para arriba (2019) y luego Danielito (2025). Ahora junto a Mariana Sagasti estrenaron Buscando a Shakespeare que se puede ver diariamente en el cine Gaumont. Confiesa que nunca se arrepiente de haberse dedicado a esta profesión, aunque sabía de la inestabilidad.

—¿Debutaste como director y guionista con la película “Por un tiempo”, en el 2013?

—En principio se me dio por escribir, más que por filmar. No pensaba en dirigir películas. Quería crear guiones porque me gusta generar ideas. Lo primero que hice fue Señoras y señores, para televisión, después Casa Natal. Me propuse escribir un guión de cine, que me llevó diez años. En el medio me enfermé. Mi idea era filmarlo, pero no dirigirlo, buscaba codirigir con alguien que tuviera una formación técnica. Cuando llegó el momento el productor me dijo que no había presupuesto para dos directores. Me tuve que largar a dirigir porque no quedaba otra. Me ayudaron. Una vez que empecé me enamoré de dirigir. No sé si las hago mejores o peores, pero la gente no se va en el medio y no se duerme. Las cuatro que hice son mínimamente respetadas. Estudié mucho guión y sé contar historias, además de actuación. Argentina está llena de gente que sabe muchísimo de cine, por lo cual no es difícil encontrar a aquellos que saben y te ayudan. Con garra y corazón se hace.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

—¿Qué balance hacés de tu primer documental “Down para arriba”?

—Me impactó el resultado y todo lo que pasó porque es sobre discapacidad, tema en el que estoy muy involucrado, por mis hijos (Mariano y Juan). Me abrió un mundo, recorrí todo el país y fue mucho lo que recibí. Lo hice porque me dieron curiosidad las clases de teatro para personas con discapacidad y quise filmarlas para que se sepa un poco más. A mí me ayudó mucho a integrarme al mundo de la discapacidad, conocer otros padres y docentes. Descubrí el valor social del cine. Después hace poco estrené otro, Danielito y vi que le hace bien a alguna gente. Es como un remedio, algo que ayuda al alma. Lo ves en los ojos de los espectadores, cómo te agradecen. Les abrís una puerta hacia algo que necesitaban saber.

—¿Creés que es más difícil que la gente vea documentales?

—Al público no le llama la atención el género, ni tienen mucha recaudación, pero a mí me gusta hacerlos. Ya perdí la expectativa de que va a ir mucha gente, entonces disfruto del proceso. Hago la película que puedo, cuando se podía, ahora no se puede. Dejo todo, mi tiempo, mi conocimiento, mi sensibilidad y la hago. Siempre hay alguno que la ve y le gusta. No hay difusión, ni dinero para publicidad. Los documentales no son populares, nadie se pelea para sacar una entrada.

—¿Las plataformas son otro camino?

—Sí, el que tiene suerte que la plataforma le produzca o le compre. Le llevé la de Shakespeare y me dijeron que buscaban material muy argentino, que querían argentinidad y esto es más universal. Todos queremos que nos compre Amazon o Netflix. Si hubiera querido ser un artista empresario, lo podría haber sido, pero no quise. Soy un humilde artista libre. Hago lo que quiero, si el otro me la compra bien, pero no voy a hablar con una plataforma para ver que ellos me digan cómo les gustaría. Me parece que ahí uno pierde la libertad y el artista necesita ser básicamente libre. También por eso no tengo una gran cuenta en el banco. Son elecciones de vida.

—Tus inicios fueron como actor: ¿dónde estudiaste?

—Empecé en el Conservatorio Nacional y también estuve en la Escuela Municipal, pero eran tiempos de dictadura y los mejores profesores no estaban allí. Andaba buscando siempre optimizar el aprendizaje, pero aproveché para aprender materias teóricas, que si no pasás por ahí a lo mejor te perdés esas lecturas. Estaba obligado a estudiar arte, historia del teatro argentino y universal por lo cual te da una formación más completa y un panorama más amplio.

—¿Quiénes sentís que te marcaron como docentes?

—Tuve varios. Creo que tengo distintas marcas de maestros, cada cual me fue enseñando algo, pero no podría decir que soy discípulo de alguno. Tengo grandes recuerdos, me impactaron más y me enseñaron lo que nunca olvidé, porque me fueron formando no solo como actor, sino como artista. Son los que te dan una mirada del arte y de la vida. Fueron Beatriz Matar, Rudy Chernicoff, Roberto Durán, Carlos Gandolfo y Ricardo Bartís. A ellos les fui robando un poco de conocimiento, pero también aprendí mucho mirando a los otros actores. Siempre me gustó ir al teatro y aprender de lo que hacen los demás.

—¿Nunca interpretaste a Shakespeare?

—En verdad nunca me lo ofrecieron. No sé qué hubiera pasado. Tampoco tuve el impulso de ir a buscar un Shakespeare. Hice textos más accesibles para la gente. Para mí Shakespeare es el más grande dramaturgo de todos los tiempos y no habrá ninguno igual. Pero creo que las obras están escritas para ser dichas en el idioma de quien las escribió, sobre todo los textos que son tan poéticos como los de él. La poesía es muy difícil de traducir, se pierde algo de la música y del encanto que tiene. Es como si a Discépolo lo hicieran en Hungría. ¿Qué pueden saber los húngaros de lo que es el grotesco?

—¿Por qué “Buscando a Shakespeare”?

—A mí me gusta mucho lo que se hace acá con Shakespeare, tal como está en el documental. Los que toman la idea central del espíritu, el cuerpo dramático y con eso vuelan para otro lado. Así lo que hace Ricardo Bartís en La gesta heroica. Una obra de Shakespeare de tres horas y media solo la puede hacer el Teatro San Martín, porque requiere un numeroso elenco. Le dije a Chamé Buendía que me gustaría hacer Rey Lear y no me contestó. Son fantásticos su Othelo y su Medida por Medida. También lo que hizo Pompeyo Audivert con Habitación Macbeth. Tomaron los textos y los hicieron a su manera. Un poco irreverentes en el mejor sentido de la palabra de Shakespeare, pero la esencia no se pierde, eso es lo interesante. Además son escenas y obras perfectas.

—¿Cuál es tu relación con sus obras?

—Las uso mucho como docente, porque no encuentro mejores escenas que las de él. Ya que condensan todo, son la síntesis, joyas y que nadie ha escrito otras mejores. Me pasa con algunas de Hamlet, Otelo o La tempestad.

—¿Y cómo es tu vínculo con la docencia?

—Empecé en el 2001 un poco por necesidad y después se hizo algo muy inherente a mí, lo necesito, me gusta mucho y me hace bien. Hay un receptor interesado y puedo volcar experiencias. Me obliga a estar muy vivo, presente y conectado.

—¿Con Mariana Sagasti imaginaron esta dualidad de Inglaterra y Argentina?

—La encontré de casualidad en Uruguay, ya la conocía porque ella había dirigido Pulgarcito, el espectáculo que interpretó Alicia Zanca. Me contó de sus estudios sobre Shakespeare y me propuso hacerlo. Le respondí que no estaba preparado y que no tenía la técnica necesaria. Me habló de su investigación y me interesó. Le propuse hacer un documental sobre el origen de Shakespeare. Me pareció como el sueño del pibe. Después lo mezclé con la parte argentina, la mirada sudamericana. Con esta película aprendí y sigo aprendiendo porque se me resignifica todo el tiempo.