¿Cuánto más debe pasar para que la CGT reaccione? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que lo haga? Estas dos preguntas andan dando vuelta en las diferentes reuniones que se realizan entre dirigentes sindicales. La continua crisis económica que provoca el gobierno de Javier Milei impacta de lleno en los bolsillos de los trabajadores o, peor, lanza a la calle una cantidad mayor de desempleados. La quietud o la tibia reacción que se expresa en comunicados de la conducción cegetista no alcanzan y solo genera malestar entre los afiliados y dirigentes donde cada día que pasa crece la idea de avanzar en una renovación de la conducción. Algunos plantean que se debe abandonar el esquema de triunviratos y volver a la histórica conducción unipersonal. Lo cierto, es que más a allá de que sean uno o tres los que conduzcan la CGT, lo que importa es qué perfil de central obrera se debe desarrollar en este proceso político económico que expresa e impulsa Milei. La destrucción del Estado que implementa el libertario, que incluye además los ataques a los esquemas científicos, industriales y los derechos laborales parecen darle carnadura a las urgentes respuestas que exigen los gremios de la industria y el transporte que reclaman a la conducción cegetista abandonar la tibieza para recuperar e impulsar un espíritu rebelde.
Motivos para cambiar el perfil que adoptó la conducción cegetistas parecen que sobran. Ahora se les sumo uno nuevo y fue la detención de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El triunvirato demoró una respuesta al fallo de la Corte. Las regionales de la CGT tuvieron más reacción y, sin quererlo, obligaron a los triunviros a escribir un comunicado que se distribuyó por las redes sociales. Poco después, cuando todos los sectores del universo peronista desfilaban por la sede nacional del Partido justicialista la conducción de la CGT prefirió no hacerlo por temor a ser cuestionados por los militantes que estaban en la puerta del partido.
Ese temor, entre otros motivos, llevó a no convocar a la marcha que se realizó el 18 de junio. En la redacción del comunicado encontraron la forma de evadir la negativa a marchar a través de la fórmula de liberar a todas las organizaciones sindicales a expresarse libremente. En aquella reunión, donde se decidió no marchar, hubo un dirigente que consideró que era un error. Según dos de los que estuvieron presentes, fue el titular del gremio de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri, quien avisó del yerro político. «Yo soy el más viejo y viví muchas más cosas que ustedes. Si la metieron presa a ella (por CFK), les aviso que después vienen por nosotros. Hay que ir a la marcha», les dijo pero no aceptaron la recomendación.
Un experimentado exfuncionario de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner dice que en rigor muchos de los que dirigentes de la CGT nunca los quisieron a los Kirchner. «Siempre los consideraron zurditos», afirma el exfuncionario y por eso dice que si bien la inacción de la central obrera lo sorprendió, también entiende la razón por la que no se movieron.
Así, el faltazo a la marcha del 18J pareciera representar la famosa gota que rebalsó el vaso.
En noviembre próximo debe renovarse el consejo directivo de la CGT. Hace unos meses el triunviro Héctor Daer daba cuenta de su decisión no renovar el cargo. Para muchos el anuncio era parte de una maniobra del líder de los trabajadores de la sanidad. Afirmaban que buscaba preparar un camino que lo depositara a fin de año como el único secretario general de la CGT a partir de ser el más capacitado para hacerse cargo de esta central obrera.
En los mentideros sindicales sostienen que esa coyuntura cambió. Que los sectores conocidos como Gordos e Independientes no están con la fortaleza que suelen presumir. Y por eso se pone en duda que Daer pueda ser el centro de un operativo clamor. De todas formas, las especulaciones lo ponen también como un posible candidato a diputado nacional para octubre llevado de la mano de su referente político, Sergio Massa.
Los que dicen conocer la vida interna de la CGT sostienen que Camioneros tampoco es una opción. Hugo Moyano no atraviesa un buen momento con su hijo Pablo y no confía en nadie como para ubicarlo como un delegado.
Entre los gremios más combativos o que confrontaron con el gobierno ante el avance sobre los derechos laborales ha comenzado sonar un nombre como candidato a la futura conducción de la CGT. En los pasillos se habla del metalúrgico Abel Furlán, un dirigente cercano a Cristina Kirchner pero también de buen diálogo con Axel Kicillof. El metalúrgico le dijo a este diario el 18J que «no podemos tener una central obrera quieta, inmóvil. Tenemos que demostrar rebeldía contra el modelo de Milei».
El único que lo postuló sin tapujos fue el titular de APLA, Pablo Biró. El piloto dijo que Furlán «es un dirigente que despierta admiración y respeto» y, por si quedaban dudas dijo que sería su candidato «para dirigir la CGT, con los ojos cerrados».
Y es que tanto Furlán como Biró participan de una estrategia que busca, por un lado, eludir el exceso de dialoguismo sin plan de lucha con el gobierno que expresan los triunviros y, al mismo tiempo, romper la inercia, la inmovilidad de estos dirigentes. Lo hacen a través de las federaciones por rama que existen en el mundo sindical. Furlán es parte de Confederación de Sindicatos Industriales de la República Argentina y Biró de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) que están confluyendo en el Frente de Lucha por la Soberanía, el Trabajo Digno y el Salario Justo que la semana pasada salió a la calle a protestar.
Ante esto se abren al menos dos escenarios. Por un lado que estos sectores más «combativos» logren imponer una nueva conducción en la CGT con un perfil más confrontativo. Estos sectores considera que ya no se puede esperar nada del gobierno y, por lo tanto, no es preciso que pase algo para reacciona ni tampoco esperar más tiempo. De ahí pueden suceder dos cosas. Una nueva CGT que se plante ante el gobierno y sea protagonista o que se fracture. No será la primera vez que eso ocurra. En este último tiempo la CGT logró superar crisis internas y mantenerse unida, pero los puestos de trabajo no dejaron de disminuir y el poder adquisitivo de los salarios sigue en caída libre.