Internada en el sanatorio donde recibía un tratamiento de quimioterapia, Rocío Portillo encendió la computadora, enchufó sus auriculares y un controlador para mezclar música y comenzó a crear.
Llevaba apenas un año estudiando para ser DJ, cuando fue diagnosticada con una Leucemia Mieloide Aguda (LMA), un tipo de cáncer de la médula ósea que afecta a las células sanguíneas. Entre esas cuatro paredes, no paraba de mirar shows.
Rocío armaba playlists, diseñaba sets y creaba sus propias canciones. Entonces no podría haber imaginado que, poco tiempo más tarde, pisaría algunos de los escenarios más destacados de la electrónica de la Argentina, donde el género cautiva a cientos de miles de personas, y llegaría a presentarse junto a figuras locales e internacionales, como Hernán Cattaneo y Nick Warren.
En la casa de la familia Portillo, en Mendoza, sonaban principalmente los discos de Mercedes Sosa, pero también tango y música clásica. El padre de Rocío es director de un coro, la madre era cantante y hoy es docente. Ambos la llevaron durante su infancia a clases de piano, baile, teatro y deportes.
“Mis amigos de la secundaria eran los que iban a fiestas electrónicas y así empecé a ir con ellos”, recuerda.
Mientras trabajaba como periodista, Rocío decidió empezar a formarse como DJ. “Pero no con el plan de ser una artista -aclara-. Me interesaba, me parecía divertido estar en contextos sociales y poder musicalizarlos. Siempre lo tomé muy en serio porque mi padre me inculcó que ser músico no es ser un vago, que hay que estudiar. Tenés que saber las notas, las escalas. Y la teoría musical es una sola, después podés hacerla en máquinas o sintetizadores”.
En agosto de 2019, cuando tenía 25 años, Rocío empezó con una fiebre muy alta que no bajaba. Los estudios no dieron bien y los médicos decidieron dejarla internada hasta que dieron con el diagnóstico. “No es que lo primero que te dicen es ‘tenés cáncer’.
Después de la primera quimioterapia quedé 45 días internada porque como el tratamiento te barre con la médula ósea, por así decirlo, quedás sin defensas, mega vulnerable y te podés morir de cualquier enfermedad que te agarres”, cuenta.
En total, tuvo tres quimioterapias y quedó a la espera de un trasplante de médula que, al final, no necesitó.
A pesar del dolor y la dificultad, Rocío habla de sus internaciones sin que se le quiebre la voz, determinada, con risas y mucho cariño por todas las personas que se solidarizaron con ella. “Yo tengo sangre 0 negativo, que es un tipo muy raro, y llegué a tener una lista de donantes de tres páginas que guardo hasta el día de hoy”, detalla.
Se hizo una rutina para atravesar el aislamiento y poder distinguir un día del otro, y decidió hacer un detox de redes sociales. También logró que alguna vez le modificaran el menú para poder comer algo rico: un lomo o una pizza hecha con lo que tuvieran en la cocina para disfrutar un viernes a la noche. Y en medio de eso, estaba la música.
“Escuchaba de todo, hasta transmisiones de sets en vivo. Vos no podés meter tu casa adentro del hospital, pero fui negociando para llevarme una lámpara, la computadora, el controlador para mezclar y grabar música y también me mandaban música. Eso me mantenía activa”, dice.
-¿Y a Hernán Cattaneo cómo lo conociste?
-Yo ya había ido a la Moonpark en Costa Salguero. Después fui a una charla de él en San Juan y le pude hacer una pregunta. Un tiempo después le mandé una canción mía por mail. Es una persona muy accesible. Pasaron unos días, me contestó y usó esa música. De ahí quedamos en contacto por mail. Cuando yo me enfermo, él me ayuda y pide donantes de sangre para mí. Y después de la pandemia me convocó para que abriera en el Sunsetstrip Potrerillos 2021. Fue un antes y un después. Yo venía de estar encerrada un año en casa por ser paciente de riesgo. Sentí que me llamaron para patear el penal y lo logré.
-Sí, eso y el primer aniversario de la calle Arístides (en la ciudad de Mendoza) en 2020. Venía de tres quimios y esperando el trasplante que al final no me hice. Pude acceder a un público muy masivo y me sentí cómoda, preparada. También fue a escucharme mi papá. Él y mi mamá me bancaron siempre, aunque al principio por venir de otro palo les resultara algo extraño.
Además de Cattaneo, otros de sus referentes de la electrónica son Sasha, John Digweed o Nick Warren, que la convocó para participar de su proyecto y sello discográfico The Soundgarden. “A Nick también le mandé una canción por mail y sonó en un evento que hizo en una bodega en Mendoza.
Ahí empiezo a mandarle más temas y saco un EP en The Soundgarden. La esposa de Nick, Petra, es la tour manager y lo ayuda a organizar los line-ups. Y ellos me empezaron a convocar a eventos”, relata.
Ahora Rocío siempre tiene la valija a medio hacer. Dice que desarrolló la habilidad de viajar solo con un carry on y la mochila, donde lleva dos pares de auriculares, cuatro pendrives -uno por cada plato que usa para sus sets-, un micrófono, cables, efectera de voz y la computadora. Su estilo es híbrido, incluye que ella cante en vivo sobre las pistas grabadas y a veces incorpora músicos en vivo.
Además de los escenarios argentinos, en 2024 se instaló en Barcelona para dar paso a una gira de seis meses por distintas ciudades europeas y volvió en 2025, pero por tres meses que incluyó hacer el warm-up de The Soundgarden para Nick Warren y Cattaneo en Ibiza.
“Son los argentinos que migran los que están bancando. Europa es un terreno difícil porque hay más un sonido tecno y Argentina es cuna del progressive. Y el público argentino es muy pasional, llevan la bandera a todos lados, son los que compran los tickets y te dan una mano aunque no te conozcan”, cuenta.
La DJ mendocina Rocío Portillo superó 3 quimioterapias. Foto: Mariana Nedelcu.Aún así, Rocío sostiene que “no hay que idealizar el extranjero” y que “Argentina es tope de gama en salario, hospitality, tipo de público y condiciones laborales”.
“En los dos años que fui a Europa pisé los mejores escenarios, pero elijo vivir en mi país no solo porque acá está mi familia, sino porque me va bien”, asegura, y muestra que lleva en su dedo meñique un anillo dorado con el escudo nacional.
En 2024, antes de irse a Europa, Rocío recibió el alta definitiva y lo celebró sonando una campana junto a sus padres y el equipo médico que la trató.
Para ella es importante devolver algo de toda la solidaridad que recibió durante su pelea contra la leucemia. Así es que fue voluntaria para la Asociación Tras-pasar, que trabaja con niños con cáncer.
“Iba al hospital y jugaba con los niños o los cuidaba mientras los padres tenían que ir a hacer trámites. Hay muchas familias que vienen de las afueras de la ciudad de Mendoza y están en un contexto de mucha vulnerabilidad -señala-. También llevaba medicamentos o donaciones en mi camioneta. Me hubiera gustado hacer más, pero cuando empecé a viajar mucho me desvinculé”.
Rocío no se queda de brazos cruzados. Sueña con tener su propio sello, con producir, con una gira latinoamericana y con darle forma a Médulas, un radio show para recibir música, armar sets y dar paso a un evento para recaudar fondos y concientizar.
La enfermedad atraviesa su creación y Rocío abraza con fuerza esta oportunidad para que los discos sigan girando.












