La economía con Petro va bien, pero los analistas resienten la falta de un rumbo claro frente a la deuda

La economía con Petro va bien, pero los analistas resienten la falta de un rumbo claro frente a la deuda

A un año del fin del mandato del presidente Petro, la economía colombiana supera las expectativas. La actividad va bien y la inflación sigue su descenso hacia el objetivo del 3%. A los observadores más alarmistas, incluso, les ha costado hallar un relato: la sumatoria de buenos indicadores contradicen las peores predicciones de sus oráculos. Colombia, en cualquier caso, está lejos de ser el país de las maravillas. Y las dos grandes señales de alarma hoy se centran en el manejo fiscal y los coletazos de las políticas de Donald Trump. Con todo, el balance global es positivo, repiten unos y otros.

“Yo recibí un país con una inflación de más del 13,8% (…) y con el 25% de crecimiento anual de los alimentos. Que es peor aún, porque eso significa que se incrementa el hambre en Colombia. (…) Pues bien, esa inflación la hemos bajado a 4,82”, afirmó el presidente Petro el pasado domingo durante la instalación de la legislatura en el Congreso. Una verdad a medias. Los indicadores son correctos, pero el papel del Gobierno en el proceso desinflacionario es discutible. De hecho, ha sido uno de sus puntos de fricción recurrente.

A lo largo de tres años ha manifestado, una vez tras otra, sus dudas frente al alza de los tipos de interés, la receta adoptada por el Banco de la República a fin limitar el consumo y mantener la inflación controlada. Así se dificulta el acceso al crédito y se domina el ritmo en el incremento de los precios que el país experimentó tras la pandemia. Pero la postura del Ministerio de Hacienda de Petro, con silla y voto en la junta directiva del emisor, ha sido clara: la medida ha lesionado el crecimiento. Por eso, en cada votación para graduar los tipos, ha apostado, en contra de la mayoría de miembros, por acelerar los recortes.

Y en ese tire y afloje, la tasa ha pasado desde el techo del 13,25% alcanzado en abril de 2023, hasta el 9,25% actual. Una cifra aún alta y un proceso quirúrgico debido al contexto, inestable y con señales contradictorias. De forma breve: el Ejecutivo critica de frente la postura restrictiva y a la vez se vanagloria de los resultados. “Otros economistas pensamos que eso no es cierto”, remachó Petro el 20 de julio, “que esa tesis es falsa. Y lamentablemente es la mayoría en la junta directiva del Banco de la República”.

El presidente explicó, someramente, que los precios de los alimentos se enfriaron debido a factores como el pacto con la estatal venezolana Monómeros para adquirir “fertilizantes baratísimos”. Una simple mirada a la cotización internacional de estos productos químicos, sin embargo, basta para constatar que desde mediados de 2022 ha venido en desescalada. Lo que sí es cierto es que el sector agropecuario, en general, ha mostrado unos avances importantes, con un crecimiento cercano al 8% cuando su promedio histórico apenas supera el 2%.

Una realidad tangible, que refleja un gran esfuerzo por agilizar la entrega de créditos a pequeños y grandes agricultores. Destaca, así mismo, la oferta de tasas inferiores a las que se encuentran en el mercado: “También se ha apoyado en mejoras del clima para el último período de cosechas, y una demanda interna favorable”, remata Alejandro Reyes, economista principal en BBVA Research. Otro logro que el mandatario aprovechó para exhibir es la marcha aceptable de la tasa de empleo, a pesar de todos los dardos recibidos por haber subido el salario mínimo en términos reales —por encima de la inflación de este año—.

La teoría, apoyada en estudios recientes, señalaban de antemano que aquel aumento decretado del 5,2% era excesivo y frenaría la creación de empleo. Hoy, sin embargo, el indicador ha bajado hasta el 9%. Un nivel alto, si se compara al de otros países vecinos, pero dentro del promedio local. Cabe preguntarse cuáles son las características de los nuevos puestos de trabajo creados y por qué razón la informalidad parece repuntar. “Subió el consumo en Colombia”, subrayó Petro, “pues claro, si subimos los salarios, si no dejamos explotar aún más al trabajador de lo que ya venía. Si se estaba muriendo de hambre el peón de las haciendas (…)”.

El Ejecutivo, sin embargo, no ha aprovechado el tiempo en aras de trazar un plan de recuperación. Y menos aún con el objetivo de impulsar la inversión. Es la opinión del economista jefe para la región andina de BTG Pactual, Munir Jalil, “La caída en este componente no es un hecho exclusivo de Colombia. Es una realidad asociada a las altas tasas de interés, pero en nuestro país se ha mantenido y su aporte es casi ausente. Esa es una de las razones para explicar que el ciclo de recuperación económica haya sido más lento”. Recuerda, así mismo, que el punto más vulnerable es el manejo fiscal del Gobierno.

Es cierto que la situación ya era problemática desde la Administración del Gobierno del conservador Iván Duque. A los gastos para gestionar la pandemia se une el hecho de que el país se ha acostumbrado a vivir con cierto nivel de deuda. Pero Petro ha llevado al límite la frágil correlación entre ingresos y gastos estatales. El panorama cada vez se agudiza más. Las agencias calificadoras de riesgo estadounidense Moody’s y Standard & Poors, encargadas de monitorear la salud financiera del mercado, ya avisaron en junio con una reducción en la nota de la deuda soberana del país.

“El presidente ha reconocido que su único interés ahora mismo es financiar lo que queda de Gobierno, sin recortes al presupuesto. Y el Marco Fiscal de Mediano Plazo mostró algo muy grave: el país no va a alcanzar el ancla de la deuda, que es el nivel prudente para mantener la sostenibilidad, si no en 10 o 15 años”, recuerda Jalil. Ese límite se ha fijado en 55% del PIB y hoy el país tiene una deuda del 63,8% del PIB. La línea roja aún se halla en un lejano 71%. Reconoce así mismo que el recaudo tributario, la gran fuente de ingresos del país, ha venido mejorando. Pero el año pasado hubo errores que aún no se han aclarado: “Uno puede fallar en los cálculos. Pero yo no recuerdo en la historia del país un desfase de 70 billones de pesos en la proyección de ingresos como el que vimos en el 2024”.

Petro recordó que el PIB este año ha crecido 2,7%. Un ritmo que ya se acerca al potencial base de la economía colombiana. Reconoció así mismo que aún es insuficiente. El problema, subrayó, es que el país se acostumbró a vivir de la renta: “La coca es renta, mi querido amigo, no es producción de riqueza. Estudie a David Ricardo, fundador de la teoría científica económica”, respondió el mandatario tras la interrupción de un congresista. Acto seguido preguntó: ¿Y la industria qué? “Dije en campaña: nuestra industria no va a ser la petroquímica. (…) La extracción de carbón tras crecer 7,8% en 2021, cayó -13% en 2024 y -7% en lo que va de 2025. (…)”. Y aprovechó para señalar que las divisas que deja el turismo extranjero ya son superiores a las del mineral negro.

Los expertos lamentan que el presidente Petro haya dejado marchitar el sector carbonero. Una visión estrecha, afirman, de un universo que fue dinámico y aún podría aportar a la transición verde. Sin embargo, otros países ya están comprando el carbón que Colombia ha dejado de vender. Para resumir, las perspectivas son de momento estables. No obstante, Munir Jalil echa de menos una hoja de ruta definida en el manejo de Hacienda: “Primero, nos quedamos esperando un plan de recuperación económica. En estos 3 años tampoco he conocido un plan de ayuda para impulsar el sector turismo. Es un Gobierno muy apático a la hora de estructurar proyectos y uno tiene la impresión de que hemos crecido lentamente y de manera bastante inercial”.