La historia del padre Godoy, el jesuita que soñaba con una América independiente

La historia del padre Godoy, el jesuita que soñaba con una América independiente

Juan José Godoy nació en Mendoza, el 13 de julio de 1728. Ingresó a la Compañía de Jesús a los 15 años y a los 34 se ordenó sacerdote.

Cuando se produjo la expulsión de los jesuitas, vio venir a los oficiales reales que llegaban para detener a sus hermanos, decidió vestirse de civil y partir a caballo de su ciudad natal hacia Córdoba y de allí a Chuquisaca.

Pero fue delatado, detenido y deportado a la prisión del Callao, desde donde lo embarcaron hacia Italia.

En mayo de 1781 pudo viajar a Londres, donde vivió hasta 1785. Allí entró en contacto con los círculos liberales y revolucionarios y presentó un plan para “sublevar a Sudamérica con el fin de crear un Estado independiente que abarcase Chile, Perú, Tucumán y Patagonia”.

Según cuenta Boleslao Lewin “se proponían los conspiradores, entre otras reformas, abolir la esclavitud en América y adoptar la Constitución británica para el nuevo reino”.

El célebre historiador norteamericano William Spencer Robertson asegura que “las líneas principales de la conspiración fueron trazadas, según se presume, hacia fines de 1782.

El jefe fue a Inglaterra a solicitar su apoyo. Pidió primero 6.000 hombres de desembarco y un proporcionado escuadrón de buques de guerra. Si esto se obtenía, seguiría al Río de la Plata donde desembarcaría parte de la fuerza.

Los agentes del virrey que detuvieron al padre Godoy le escucharon varias veces hablar de la independencia de la América española.

El resto intentaría derrocar al gobierno ‘español del Perú, y era de esperarse que las fuerzas de Buenos Aires conquistaran entre tanto a Tucumán. Los conspiradores no esperaban que España opusiera firme resistencia”.

Los espías del vicecónsul español en Londres, Matías de Gandásegui, dieron con Godoy. El embajador Del Campo le informaba a su gobierno el 18 de junio de 1785: “Alguna vez he hecho mención de hallarse todavía aquí el ex jesuita Godoy, que vino durante la guerra y trajo malos proyectos.

No se le ha dejado de observar, aunque es muy astuto y procura guardarse… Me añaden que partirá en breve dicho sujeto para América, y verosímilmente para la Mar del Sur; pero aún no han podido rastrear si irá solo o acompañado, con fuerzas o sin ellas, y por qué rumbo…

Haya o no expedición de enemigos contra aquellas partes, es preciso suponer que los deseos de esta nación son contrarios de la separación de sus colonias”.

El ministro Floridablanca decidió no esperar más y ordenó al ministro de Indias, José de Gálvez, la detención del padre Godoy, cuyo último domicilio conocido era Charleston en los Estados Unidos.

Hasta allí fueron los agentes del virrey de Santa Fe de Bogotá, el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, que dieron con el jesuita, haciéndose pasar por católicos jamaiquinos que requerían la presencia de un sacerdote para la isla.

Godoy aceptó y se embarcó, pero algo habrá sospechado cuando pasaban los días y no llegaban a la isla que se hará famosa siglos más tarde por Bob Marley y… otras yerbas.

Godoy terminó siendo desembarcado en Cartagena (actual Colombia) y conducido prisionero a la cuidadela del Real Felipe el 14 de julio de 1786, exactamente tres años antes de que estallara la Revolución Francesa.

Los supuestos católicos jamaiquinos narraron en su declaración que escucharon varias veces durante el viaje al padre Godoy hablar a favor de la independencia de la América española y que se debía seguir el ejemplo de las colonias inglesas del Norte.

No pudieron arrancarle una palabra sospechosa a Godoy ni aún bajo los peores tormentos, pero no hacía falta, estaba condenado de antemano por la “justicia” inquisitorial española.

De Cartagena fue enviado encadenado a La Habana y de allí a España a donde llegó el 17 de septiembre de 1787 para ser recluido en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz.

Allí pasó el resto de sus días este mendocino empecinado que soñaba a lo grande con una América libre de mandones e intolerantes.