La investigación que revela cómo se encubre el desastre climático

La investigación que revela cómo se encubre el desastre climático


Criminales climáticos, Las multinacionales que arrasan el planeta es el último libro del periodista francés Mickaël Correia, editado por Altamarea y traducido por Miguel Tomás Sampedro. Una investigación que expone, con nombre y apellido, a las grandes corporaciones responsables del colapso ecológico y social que enfrenta el planeta.

Correia bucea en informes públicos, discursos de CEO y actas de accionistas para mostrar cómo actúan con total impunidad empresas como Saudi Aramco, Gazprom o TotalEnergies. Aunque los datos son públicos, el verdadero obstáculo –según denuncia– no está en las empresas, sino en los Estados que las protegen y encubren.

Desde lobbies diplomáticos hasta discursos que promueven el greenwashing –la estrategia de parecer ecológicos mientras se contamina más–, el libro desmonta el relato dominante que culpa al consumidor individual mientras los grandes emisores siguen expandiendo su negocio. Una radiografía implacable del capitalismo fósil global.

–¿Cuál fue el mayor obstáculo para investigar a las empresas que contaminan el planeta?

–La verdad, no me encontré con obstáculos serios porque todo está “a la vista”, por decirlo así. Nada está escondido: las empresas comunican claramente sus planes en sus informes, en las asambleas de accionistas o en los discursos de sus CEO. Mientras el IPCC advierte que ya hay tanta infraestructura energética instalada que vamos a superar el aumento de +1,5 ºC, y la Agencia Internacional de Energía repite desde 2021 que abrir nuevos pozos de petróleo o gas impide alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, las grandes energéticas siguen actuando como si nada. Todos los meses se enorgullecen de haber encontrado un nuevo yacimiento, como uno en alta mar frente a Namibia o una reserva de gas en Qatar. Incluso Gazprom me recibió en sus oficinas de los Campos Elíseos, en París, para explicarme que su gas “es bueno” porque es barato y abundante. La hipocresía y la desinformación más fuerte vienen de los Estados. En foros internacionales se muestran “verdes”, pero por detrás siguen respaldando a los contaminadores. Por ejemplo, Francia lidera el discurso por la salida de los combustibles fósiles, pero en la práctica una de cada tres embajadas francesas en el mundo hace lobby para TotalEnergies. En la COP28 en Dubái, el gobierno francés le dio un pase especial al CEO de TotalEnergies para participar en negociaciones climáticas de alto nivel.

–¿Cómo verificó los datos cuando las empresas, como Saudi Aramco o Gazprom, son tan opacas?

–Está claro que empresas como Gazprom o Aramco subestiman sus emisiones de gases de efecto invernadero. Pero por suerte hay científicos, think tanks (laboratorio de ideas) independientes y ONG que hacen un trabajo enorme monitoreando e investigando la industria. Una forma que usé fue tomar un proyecto fósil y desarmarlo: qué impacto tiene en el clima y el ambiente, cuánta gente trabaja ahí, qué bancos lo financian y qué Estados lo apoyan. Así, pieza por pieza, como en un rompecabezas, se puede construir una imagen muy precisa y documentada de lo que llamo “capitalismo fósil”.

Mickaël Correia es un periodista francés especializado en cuestiones climáticas, movimientos sociales y la vertiente social del deporte. Foto: © Thierry Nectoux / gentileza editorial.

–Decidió nombrar responsables con nombre y apellido: ¿Temió consecuencias legales o diplomáticas?

–No fue una cuestión ética sino una necesidad periodística. Sí, hay una decisión de dar nombres, pero sobre todo de explicar quiénes son: ¿quién es Amine Nasser, CEO de Aramco? ¿Qué vínculo tiene Alex Miller, CEO de Gazprom, con el entorno de Putin? Esta gente tiene discursos muy violentos frente al caos climático. Nasser dice que el petróleo es necesario para frenar el calentamiento. Pouyanné (TotalEnergies) afirma que, gracias al plástico, el petróleo tiene futuro. Es un cinismo total. Pero más allá de los nombres, me interesaba mostrar de qué se sostiene su poder: ¿qué es un gasoducto? ¿cómo funciona una central a carbón? ¿dónde están los complejos petroquímicos? Busqué hacer visible esa infraestructura física que hoy amenaza la vida en el planeta.

–Si el 70% de las emisiones vienen de solo 100 empresas, ¿por qué se insiste tanto en la “responsabilidad individual”?

–Hace 30 años que se impuso un relato dominante: que frenar la crisis climática depende de cambiar nuestros hábitos personales. Gobiernos y hasta sectores del ambientalismo repiten que con pequeños “gestos verdes” individuales podemos salvar el planeta. De hecho, la idea misma de “huella de carbono” fue promovida por una agencia de publicidad contratada por BP para hacer creer que el problema no son las empresas, sino los consumidores. Los gestos individuales pueden tener valor simbólico, pero sobre todo reflejan una lógica liberal: individualizar la responsabilidad. Como si el racismo o el machismo fueran temas personales, cuando en realidad son estructuras de poder. Con el cambio climático pasa lo mismo. Este enfoque individualista oculta a los verdaderos responsables. Por eso nadie sabe quiénes son Saudi Aramco, Gazprom o China Energy. Pero si estas tres empresas fueran un país, serían el tercer mayor emisor del planeta, después de China y EE.UU.

–¿Por qué las consecuencias sanitarias del cambio climático casi no aparecen en los grandes medios europeos?

–Porque afectan sobre todo a los más pobres, a los más vulnerables y a la gente del Sur global. En los últimos 30 años, el 79% de las muertes y el 97% de las personas afectadas por desastres climáticos fueron del Sur global. Y a los grandes medios eso no les importa. Este año, por ejemplo, hubo más cobertura sobre la casa de Paris Hilton quemada en Malibú que sobre la ola de calor en India que mató a decenas y afectó a millones.

–¿La crisis climática reproduce lógicas coloniales, racistas y patriarcales?

–No solo las reproduce: se basa en ellas. Ignorar el componente racista y colonial de la crisis climática es negar su raíz misma. La industria fósil se sostiene en un modelo extractivista colonial: se saquean recursos del Sur global –los más golpeados por el cambio climático– mientras estos países emiten muy poco. En el Norte global, las poblaciones no blancas son las más afectadas. En EE.UU., una persona afroamericana tiene un 54% más de chances de sufrir contaminación que una blanca. También hay una dimensión de género: investigaciones muestran que los hombres tienen una huella de carbono 16% mayor que las mujeres, en parte por hábitos ligados a una masculinidad tóxica, como tener autos grandes o consumir más carne.

–¿Qué responsabilidad tienen los bancos y fondos que financian estas industrias? ¿Por qué no hay control internacional?

–Desde el Acuerdo de París en 2015, los 65 mayores bancos del mundo invirtieron 7,9 billones de dólares en la industria fósil. JP Morgan Chase está a la cabeza. La razón es simple: sigue siendo muy rentable. Solo en 2022, TotalEnergies, Shell, BP, Chevron, ExxonMobil y Aramco ganaron 340.000 millones de dólares. TotalEnergies, por ejemplo, por cada euro que invierte en renovables, pone dos en petróleo o gas y reparte tres entre sus accionistas.

–Las proyecciones para 2030 y 2040 superan lo acordado en París. ¿Fracaso deliberado?

–Estas empresas decidieron, con total consciencia, sabotear el Acuerdo de París firmado por casi 200 países. Ignoran todas las advertencias científicas, aunque saben desde los años 60 que sus actividades dañan el clima. El sector fósil ha optado por destruir la habitabilidad del planeta y poner en riesgo a los más vulnerables para proteger las ganancias de unos pocos accionistas. Por eso uso el término «criminales climáticos»: no es una provocación, es un dato objetivo.

Colapso ecológico. Archivo Clarín.Colapso ecológico. Archivo Clarín.

–Se habla de “violencias climáticas” como una guerra silenciosa. ¿Este concepto tiene peso político o judicial hoy?

–No, lamentablemente está completamente ausente del lenguaje político. Y eso que estamos en plena era del “Drill baby drill” (más extracción, como propone Trump), o de gobiernos como el de Lula, que en junio otorgó permisos para explorar petróleo en sus costas y será sede de la COP30. Sin embargo, muchas grandes petroleras (BP, Chevron, Shell, TotalEnergies, etc.) enfrentan hoy más de cien juicios por temas climáticos, la mayoría en EE.UU. Desde el Acuerdo de París, estos litigios casi se triplicaron. Son demandas que exponen las mentiras del greenwashing: decir que llegarán a la “neutralidad en 2050” o que el gas es una energía de transición. Estos juicios son clave porque pueden terminar en multas millonarias que les duelen a los accionistas.

–¿Cómo enfrentamos desde el Sur global a estas empresas, si hasta gobiernos progresistas ceden al extractivismo?

–Necesitamos construir una ecología internacionalista: salir de los fósiles con solidaridad entre Norte y Sur. Los países del Norte dicen que están “descarbonizando”, pero siguen importando petróleo y gas del Sur. Peor: su transición energética se basa en explotar litio o uranio en países del Sur. Francia, por ejemplo, tiene pocas emisiones internas, pero TotalEnergies es líder en proyectos fósiles en África y Eramet extrae litio en Indonesia y Argentina en condiciones desastrosas para producir autos eléctricos europeos. Salir de los fósiles es una decisión por el clima, pero también por los derechos humanos y por la justicia global.

–Después de todo esto… ¿se puede ser optimista?

–Dentro de esta tragedia hay algo que puede encender la esperanza: la salida de los fósiles une muchas luchas. Es una causa de justicia Norte–Sur, de clase (porque los más pobres sufren más), feminista (los hombres contaminan más y las mujeres son más vulnerables), antirracista, anticolonial y también antifascista. Hoy vemos cómo regímenes cada vez más autoritarios –Trump, Orbán, Putin– defienden con fuerza el modelo extractivista. Por eso, luchar contra el cambio climático también es luchar por la democracia y la libertad. Salvar la habitabilidad del planeta está en el cruce de todas las luchas por la emancipación. Y en eso, hay razones para tener esperanza. Porque la esperanza también es política.

Mickaël Correia básico

  • Es un periodista francés especializado en cuestiones climáticas, movimientos sociales y la vertiente social del deporte; ha colaborado con medios como Le Monde diplomatique o La Revue du Crieur y desde 2021 escribe regularmente en Mediapart.
  • Además de Criminales climáticos, ha publicado Una historia popular del fútbol (Hoja de Lata, 2019).

Criminales climáticos, de Mickaël Correia (Altamarea)