La tendencia racista | Página|12

La tendencia racista | Página|12

La expresión «la tendencia racista» quiere indicar que si bien tiene en los partidos de ultraderecha su manifestación privilegiada, se expande en todo el tejido social. Lo que ha permitido la nueva potencia de la tendencia racista es que el capitalismo ya no necesita apoyarse en los valores liberales democráticos, que al menos simulaban una cierta contención. El mercado puede funcionar con un etnocentrismo abandonando progresivamente las regulaciones democráticas. A su vez, hay que señalar que las lógicas de segregación cambian según los países y sus tradiciones culturales. En países donde no hay una considerable inmigración extranjera el nativo pobre es el Otro extranjero. Una de las contradicciones principales del futuro político que se avecina, será qué partidos se aprovechan de la tendencia racista y cuáles pretenden combatirla.

El otro factor presente en esta cuestión es que los símbolos nazis y la apología de los regímenes fascistas ya no son ni cuestionados ni vetados como se hacía anteriormente. La razón de esto es que los partidos de ultraderecha, aunque cuenten entre sus filas con verdaderos simpatizantes del nacionalismo, apoyan al gobierno ultraderechista de Israel.

En estas circunstancias la organización de la tendencia racista encuentra condiciones óptimas; la misma se realiza a partir de elementos constitutivos del sujeto: el odio al extraño se considera siempre subdesarrollado en su modo de gozar y vivir, por tanto ha venido a robar; el golpe al cuerpo del otro que como la pulsión retorna al propio cuerpo como una satisfacción fallida y condenada a la repetición; el fantasma del robo de las mujeres y su interpretación edípica; el odio a la carencia del pobre como si la misma fuese un modus vivendi.

La tendencia racista se organiza entonces solo con pulsiones e identificaciones. En este aspecto es muy sencillo producirla, en todo caso lo complejo es la emergencia de un sujeto no racista.

Últimamente ha encontrado un eco especial la idea de que en las sociedades contemporáneas se esta organizando un gran caos y que dicha situación colaboraría con la consolidación de la tendencia racista. Sin embargo, no hay ningún caos que nos gobierne. Hay, en todo caso, una psicosis social que ha teñido la gobernabilidad de distintos países con la metodología que le es propia. Un incidente sin sistematicidad en la organización de certezas paranoicas que pueden desorientar al ciudadano neurótico. Estás certezas, más que estar vinculadas al caos, constituyen al deseo de construir un nuevo orden y fundar una nueva realidad.

No hay «Ingenieros del caos», hay paranoicos que saben relacionarse con lo peor de cada sujeto y construir desde allí un nuevo entramado social.