Mario Barrios ni siquiera soñó con esta oportunidad, pero jamás dudó en aceptarla, pese a que parece estar frente a un desafío-trampa: si gana, lo habrá hecho ante un hombre de 46 años que llevaba cuatro sin combatir; si pierde, será cuestionado hasta el hartazgo por haber cedido su título wélter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) a manos de ese veterano. ¿Pero cómo rechazar semejante oferta? ¿Qué púgil no querría estar, como lo estará el mexicoestadounidense este sábado, frente a frente con Manny Pacquiao?
Barrios fue el hombre al que apuntó el equipo de Pacquiao cuando el filipino empezó a macerar, hace unos ocho meses, la idea de la vuelta a la actividad: era visto como el adversario más accesible para que, en su combate de regreso, el multicampeón consiguiera un cinturón de las 147 libras por quinta vez. “Cuando me ofrecieron la pelea, no estaba seguro de si tomarlo como una muestra de respeto o una falta de respeto, porque él me quería”, reveló El Azteca hace dos semanas.
Cuando finalmente Pacquiao tomó la decisión de regresar a un cuadrilátero, tras no conseguir una banca en el Senado de su país en las elecciones legislativas que se realizaron hace poco más de dos meses, los movimientos fueron casi automáticos: el 12 de mayo, el CMB lo ubicó en el quinto puesto del ranking wélter, lo que lo habilitaba a pelear por el título; nueve días después, se oficializó el pleito. Desde entonces, Barrios ha exhibido un respeto reverencial por su adversario, aunque ha dejado claro que, a la hora de la acción, no lo verá como a ese prócer al que admiraba cuando era un niño y que no reprimirá el impulso de sus manos, más allá de la edad de su rival.
“Él es un hombre muy agradable, pero voy a entrar con malas intenciones. Es matar o morir. Tengo que asegurarme de que levanten mi mano de cualquier manera”, aseguró el campeón, que expondrá su cinturón por tercera vez. “Si los papeles se invirtieran, Pacquiao no tendría contemplaciones conmigo. Él no va a sentir lástima por mí ahí dentro. Es simplemente la realidad del deporte”, razonó.
La cortesía y la deferencia tienen motivos: en su 33ª pelea profesional (registra 29 victorias, dos derrotas y un empate), Barrios cruzará guantes con un hombre que ganó nueve títulos mundiales en seis categorías y que había hecho su estreno en el boxeo de paga 116 días antes de que él naciera en Racine, una ciudad del estado de Wisconsin emplazada a orillas del lago Michigan y 100 kilómetros al norte de Chicago.
Racine remite a los momentos más angustiosos de su familia, de los que él no guarda recuerdo alguno, y al breve período que compartió con su padre biológico, que también se llama Mario y que, cuando el futuro campeón nació, tenía 20 años, otras dos hijas (Selina, de dos años, y Esperanza, de uno) y era miembro de los Latin Kings, una pandilla formada en la década de 1950 en Chicago y que, desde entonces, extendió su zona de acción a decenas de ciudades en Estados Unidos.
El 6 de julio de 1995, apenas siete semanas después del nacimiento del pequeño Mario, su padre asesinó a golpes a Esperanza, quien entonces tenía 14 meses. Por ello, en abril de 1996 fue sentenciado a 45 años de prisión al ser declarado culpable de homicidio imprudente en primer grado y maltrato físico infantil, pese a que inicialmente había sido acusado de homicidio intencional en primer grado, que hubiese conllevado una pena obligatoria de cadena perpetua.

En octubre de 2020, después de un cuarto de siglo en prisión, Mario padre recuperó la libertad. Su hijo, quien entonces era campeón superligero de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), aceptó reunirse con él. “Perdono a mi padre. Si bien él nunca me pidió perdón, yo lo perdono. No siento rencor, aunque hubo un momento en que lo sentí”, contó el peleador en una entrevista publicada en septiembre de 2022 en el sitio de Premier Boxing Champions, la empresa que maneja su carrera deportiva.
Si bien Isabel Soto, la madre del púgil, no estuvo involucrada en el proceso judicial que terminó con la condena de su pareja, el Departamento de Servicios Humanos del Condado de Racine le quitó la tenencia de sus hijos. Tres años le demandó recuperarla. Cuando lo logró, se mudó a San Antonio, donde residía su familia.
Esa ciudad del estado de Texas, que tiene un 63,9% de población hispana (según los datos recogidos en el censo de 2020), es la que Barrios define como su casa y la que lo identifica en cada una de sus presentaciones. Pero la de San Antonio no es la única bandera que alza cada vez que puede. “Represento a mis raíces mexicanas y a mis raíces indígenas con mucho orgullo”, afirmó más de una vez. Algunos de sus tatuajes y la indumentaria que suele utilizar en sus peleas incluyen símbolos azteca.

Barrios comenzó a practicar boxeo cuando tenía siete años. Lo hizo por iniciativa de su madre y junto a su hermana Selina, quien entonces tenía nueve. Unidos por el deporte, recorrieron este camino, al tiempo que procesaban, como podían, la pérdida de Esperanza. “Selina era mayor que yo y entendía mucho más. Ella tenía mucha más ira, era dura, intensa, feroz cada vez que subía al ring. Su estilo era como el de Mike Tyson. Mirando hacia atrás, puedo entender por qué”, señaló.
Selina, a quien apodaban la Reina Azteca, realizó 79 combates como aficionada, de los cuales ganó 75. Como profesional, fue campeona de peso ligero de la Federación Norteamericana de Boxeo (NABF). En 2020 decidió colgar los guantes y se enfocó en la labor de entrenadora. Desde 2023, es parte del equipo de trabajo de su hermano, que encabeza Bob Santos, y el sábado estará en su esquina.

Los lazos entre familia y boxeo no se agotan allí: su expareja y madre de Metztli Esperanza, su hija de 11 meses, es Omayra Figueroa, la hermana de los excampeones mundiales Omar y Brandon Figueroa, también texanos, pero de Weslaco (Brandon combatirá en la velada del sábado en Las Vegas, ante Joet González). También texano y de San Antonio es su amigo Jesse Rodríguez, campeón supermosca del CMB, quien el sábado, pero en Frisco, chocará con el sudafricano Phumelela Cafu en un duelo de unificación. “Bam es como un hermano menor para mí. Lo conocí cuando era chico y empezaba (a boxear). Nos entrenábamos juntos. Nuestras familias se conocen bien”, contó Barrios.
Profesional desde noviembre de 2013, El Azteca fue campeón superligero de la AMB desde septiembre de 2019, cuando batió por puntos al uzbeko Batyr Akhmedov, hasta junio de 2021, cuando fue noqueado por Gervonta Davis y cedió la corona y el invicto. En septiembre de 2023 ganó el título interino wélter del CMB con una victoria sobre el cubano Yordenis Ugás y fue ascendido a campeón absoluto en junio de 2024, cuando el estadounidense Terence Crawford trepó a la división superwélter. Tras superar al santafesino Fabián Maidana y empatar con el estadounidense Abel Ramos, realizará el sábado ante Pacquiao su tercera defensa.

El mexicoamericano es 16 años más joven que su oponente, tiene ventaja de altura (1,83 contra 1,66) y de alcance (1,80 contra 1,70), y una respetable pegada. Trepará al cuadrilátero del MGM Grand Garden Arena de Las Vegas como favorito, aunque su ventaja en las casas de apuestas se ha reducido considerablemente en los últimos días. Quizás por su carácter discreto, quizás por la dimensión del personaje que tendrá frente a sí, el campeón evitó introducirse en el juego de los favoritismos.
De todos modos, durante estas semanas de hiperexposición pública hubo algunos permitidos en el discurso mesurado de Barrios. Cuando le consultaron cuál era su momento favorito de la carrera de Pacquiao, mencionó el cuarto enfrentamiento con Juan Manuel Márquez: el 8 de diciembre de 2012 en Las Vegas, el mexicano propinó al filipino el más estrepitoso de los tres nocauts que sufrió en su carrera.
Un día como hoy, pero de hace nueve años, Juan Manuel Márquez nos regaló uno de los KO’s más espectaculares de la historia ante la leyenda, Manny Pacquiao 💥🥊
¿Dónde estabas cuando pasó esta gran pelea? pic.twitter.com/Se9ajit7BB
— World Boxing Council en Español (@wbcboxeo) December 8, 2021
Además, cuando le propusieron trazar otra analogía, Barrios hizo una elección que no pareció azarosa: “Me siento como si estuviera en una posición similar a la de Trevor Berbick contra Muhammad Ali: el chico más joven enfrentándose a un peleador mayor”. El 11 de diciembre de 1981 en Nassau (Bahamas), Berbick, de 27 años, venció a Ali, que estaba al borde de los 40, y lo mandó al retiro definitivo.