La UE negocia contra el reloj en Washington para sortear el golpe de los aranceles de Trump | Internacional

La UE negocia contra el reloj en Washington para sortear el golpe de los aranceles de Trump | Internacional


Faltan dos semanas para que termine el aplazamiento del fin de la tregua dada por Donald Trump para la entrada en vigor de sus aranceles, pero la Unión Europea no pierde la esperanza de alcanzar un pacto comercial (o, al menos, un principio de acuerdo) que permita a la UE sortear el golpe de los gravámenes con el que el presidente de Estados Unidos amenazó el sábado pasado por carta: un 30% a las importaciones de bienes entre ambos socios de la relación comercial más intensa del planeta.

Como parte de ese esfuerzo contra un reloj que marca los minutos hasta la expiración del plazo el 1 de agosto, el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, viajó este miércoles a Washington para verse en sendas reuniones por separado con el secretario y el representante del Comercio de Trump, Howard Lutnick y Jamieson Greer, respectivamente. “La UE sigue muy ansiosa por negociar con nuestro país, por razones obvias”, afirmó este jueves la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, en su habitual conferencia de prensa. Leavitt también insistió en que las cartas, 25 en total, enviadas por Trump la semana pasada suponen “tratos cerrados” para los países que las recibieron, y que esos países son “bienvenidos a tener más conversaciones” para evitar los respectivos tarifazos.

Y eso es precisamente lo que la UE está haciendo, con la cifra del 30% contenida en la carta dirigida a Bruselas encima de la mesa y las dudas sobre si Trump se echará atrás una vez (o varias veces) más antes del 1 de agosto. El porcentaje supone una escalada con respecto a los aranceles del 20%, mal llamados “recíprocos”, con los que Trump amenazó a la UE en abril. La misiva llegó en mitad de los contactos entre ambas partes, que se fueron intensificando a medida que se acercaba la fecha del 9 de julio, primer ultimátum que Trump aplazó unilateralmente.

La carta amenazadora del pasado sábado tampoco ha acabado con las esperanzas europeas de llegar a una solución pactada. Como expresión de esa confianza, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, comunicó al día siguiente su intención de prorrogar la suspensión de la primera represalia arancelaria que la UE aprobó en abril contra Estados Unidos al menos hasta que concluya el nuevo plazo del 1 de agosto.

Baño de realidad

A pesar del nuevo viaje del eslovaco Sefcovic a Washington, pocos en Bruselas creen que el desenlace vaya a llegar pronto. En la capital europea cunde la idea de que el anuncio llegará más pegado a la fecha del 1 de agosto. Tras el baño de realidad de la semana pasada, cuando los propios portavoces oficiales de la Comisión hablaban de un “principio de acuerdo” en días, impera la prudencia. Incluso hay fuentes del propio Ejecutivo de la UE que advierten que tampoco la semana que viene parece atisbarse el final, puesto que Von der Leyen viaja a Japón y China.

La confianza en que las negociaciones den como fruto un pacto no han abortado los preparativos en Bruselas para el hipotético caso de que todo se vaya al traste. La Comisión presentó esta semana a los Estados miembros una lista de importaciones estadounidenses para imponerles aranceles adicionales que ascienden a 72.000 millones de euros; entre esos productos están el bourbon, los coches y los aviones de Boeing.

Además, como confirman fuentes europeas, se trabaja en más réplicas por si finalmente se hace realidad la amenaza de aranceles del 30% para una amplia gama productos de la UE exportados a Estados Unidos, a los que hay que sumar el 50% de derechos aduaneros adicionales para el acero, el aluminio o el cobre (de nuevo, desde el 1 de agosto) y el 25% para los automóviles y sus componentes.

Eso podría traer la imposición de gravámenes al comercio de servicios en los que Estados Unidos genera superávit, al contrario de lo que sucede con los intercambios de bienes. Si finalmente llegara el momento de imponer algún tipo de recargo al comercio de servicios con rapidez, lo más probable es que la UE activara el llamado mecanismo anticoerción, una vía más rápida que la de recurrir a la Organización Mundial del Comercio.

La UE figuraba en segundo lugar en la gran cartulina de aranceles que Trump exhibió el pasado 2 de abril, fecha que llamó el “Día de la Liberación”. En ella, aparecían decenas de socios comerciales de Estados Unidos con los gravámenes que su presidente había decidido unilateralmente para corregir lo que, a su modo de ver, han sido décadas de trato injusto a Washington por parte del resto de los países.

A la semana siguiente, y después de comprobar el efecto de sus agresivas y volátiles políticas en los mercados e incluso en la deuda pública, el líder republicano dio una tregua de 90 días para permitir a esos países alcanzar acuerdos. Ese plazo expiraba el pasado 9 de julio, pero Trump decidió conceder una nueva ampliación, hasta el 1 de agosto. Para entretener la espera, y para ahuyentar los comentarios, que considera “horribles”, de quienes lo llaman TACO (siglas en inglés de “Trump Siempre se Acobarda”), decidió mandar las cartas amenazantes, que publicó cumplidamente en su red social, Truth.

La UE fue de los pocos socios que vieron aumentar el nuevo arancel que les adjudicaba con respecto al de abril. Los otros fueron México, que también se llevó un 30% para los productos que no están incluidos en el tratado de libre comercio que comparte con Estados Unidos y Canadá, país al que le tocó un 35%. En ambos casos, el arancel anterior era del 25%, y para los dos países, la justificación fue el tráfico de fentanilo, potente opiáceo responsable de decenas de miles de muertes por sobredosis en los últimos años.

Aunque el caso más llamativo fue el de Brasil. El país iberoamericano tenía un gravamen “universal” del 10% y, lo más importante, una de las pocas balanzas comerciales saneadas con Washington, pero fue castigado con una tasa del 50% por motivos extraeconómicos. Con ese gesto, Trump pretende influir en el curso del juicio por golpismo que se sigue contra el expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro. Le pueden caer 43 años, y el presidente de Estados Unidos, amigo personal, considera que todo obedece a una “caza de brujas”.

En los casi 100 días que han transcurrido desde que Trump fijó la tregua que él mismo se saltó, no han llegado los “90 acuerdos en 90 días” que prometieron los miembros de su Administración a la manera de un eslogan imposible de cumplir. En realidad, han dado como frutos un pacto de no agresión con China y tres principios de acuerdos comerciales con el Reino Unido, Vietnam e Indonesia. Este último se alcanzó, según anunció el presidente de Estados Unidos, el lunes pasado e incorpora un arancel del 19% (frente al 32% que constaba en la carta de amenaza), a cambio de la “apertura total” del comercio de la primera economía del sudeste asiático.

El caso de Vietnam merece mención aparte. Trump anunció hace dos semanas que Hanói se avenía a quitar todos los aranceles a las exportaciones estadounidenses y a pagar un gravamen universal del 20% y otro del 40% a los productos que hagan transbordo en el país (en la práctica, que vengan de China). De ese acuerdo no ha trascendido ningún documento con detalles por ninguna de las dos partes. Este martes, Trump dijo a los periodistas que no veía necesario compartir ningún documento de sus acuerdos comerciales.