las mejores y jamás contadas anécdotas de Diego en el día de su cumpleaños

las mejores y jamás contadas anécdotas de Diego en el día de su cumpleaños


“¡Ay! A Diego lo tuve de ahí a ahí. Pero por no ser cholulo no le quise pedir una foto. Fue en la cancha de Tristán Suárez, él era muy amigo de Gastón Granados (el presidente del club) y fue a ver a Suárez-Bron. Yo estaba ahí abajo, dirigiendo el partido, y él en el palco. Lo miraba, me la pasaba mirándolo, y pensaba ‘no puedo creer estar tan cerca’. Todo el mundo pidiéndole fotos y yo pensaba ‘no, no le pido nada, no lo voy a joder’, pero lo miraba a cada rato, más que al partido. Hoy estoy arrepentido de no tener esa foto con él. Al menos me tatué la firma”, el que habla es el entrañable entrenador Pablo Vico y así recuerda el día que más cerca estuvo de Diego Maradona quien este jueves cumpliría 65 años.

Todos tienen una gran anécdota, o como Vico, una historia mínima o apenas un recuerdo intrascendente del día que el Maradona de carne y hueso pasó cerca. Aquella jornada, el equipo del ‘Bigotón’ perdió pero él no recuerda tantos pasajes del partido de su equipo, porque de los 90 minutos, la mayoría se los pasó relojeando el palco que tenía a Maradona dos metros más arriba y desde dónde daba indicaciones a sus rivales.

No importa el tamaño de quien lo cuente, siempre el relato recrea la magnitud de Diego. Cualquier asado podía tener su murmullo de sobremesa, pero cuando el 10 tomaba la palabra, el silencio era instantáneo.

En la última época de Showbol, el defensor Adrián González estuvo más cerca de Diego que en toda su carrera como futbolista. Compartió largas sobremesas y en una de ellas terminó contorneando la mano izquierda de Maradona sobre el abdomen de una persona que luego se la haría tatuar, junto a la leyenda “la mano de Dios”.

El ‘modelo’ no soltó el habano con la mano que le quedaba libre y no se movió del sillón mientras la otra era copiada. Con un fibrón de trazo ancho el ex zaguero de San Lorenzo, Banfield y Colón, entre otros clubes, ya había pasado por el pulgar, el índice y estaba terminando el mayor cuando Maradona se puso de pie y silenció el ambiente con un grito.

“Qué hacés boludo, me estás pintando toda la mano”, le recriminó al Loco, que solamente atinó a disculparse y se dispuso a dar explicaciones. El silencio atroz cortaba el ambiente. Diego enojado era lo más parecido a un terremoto.

El Changuito, el Loco Gonzalez a mano alzada y Diego Maradona en la génesis de un tatuaje de «la mano de Dios».

“Diego, pasa que es un fibrón ancho, entonces cuando marco la panza, un poco te pinto la mano. Pero sale con un poquito de alcohol”, dijo González que apenas tenía un hilito de voz que solo se escuchaba porque nadie respiraba. “Me quería morir. Se me paró el mundo. No sabía qué hacer”, admite el hoy entrenador. “Naaaaaaah, te estoy jodiendo, es una joda, seguí, seguí”, cerró Maradona y sopló una gran voluta que renovó el ambiente que festejaba el chiste como un desahogo.

La rabona de Dios

Robert Carmona, el uruguayo que nunca se retiró del fútbol, también dice que era así. Que cuando hablaba Maradona, todos hacían silencio. Él padeció un momento de esos, aunque lo recuerde como una de sus máximas anécdotas.

Sucedió un día que el destino lo puso en un picado inesperado con Maradona como presencia estelar en una quinta. “Todos querían jugar en el equipo con él, imaginate. Yo también, pero fui más inteligente y jugué en contra. Porque si jugaba para él no iba a tocar una pelota, todos se la iban a dar a él. Además, imaginate que vergüenza si te mete una bocha y uno pasa un papelón con el maestro. ‘No, yo lo enfrento’, dije», contextualiza Carmona.

«No era jugar en contra por desafiarlo, sino para que me vea. Yo siempre fui un jugador del montón y estoy acostumbrado a rebuscármela y tratar de aprovechar el momento que me toque. Era cuestión de esperar mi momento, tratar de marcarlo… Y en una de esas, tácate, me llega una pelota y Diego me viene a presionar. ¡Es la mía! Le hago el amague, como para llevármelo por la derecha pegado a la raya, y ahí nomás, como hacía él, meto una rabona para dar el pase», abunda con precisión.

«Yo también las hacía, claro que no me voy a comparar, pero te quiero decir que no estaba improvisando. La cosa es que piso la pelota y me caigo. Maradona me miró y me dijo: ‘dale uruguayo ¿una rabona?’ y siguió el partido. Después en el almuerzo me bautizó y nadie más me dijo uruguayo. Maradona abrió la boca y todo el mundo automáticamente dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo y escucharlo. ‘¿Me pasás la sal… Rabona?’, dijo y para muchos, allá en Argentina, sigue siendo mi apodo”, cuenta Carmona, el inoxidable.

Una voz en el teléfono

En el Mundial de rugby 2007 Argentina logró el histórico tercer puesto y el ingenio popular conjugó al rugby y al fútbol de manera elocuente. Desde la tribuna le cantaron a Juan Martín Hernández el típico «Maradó, Maradó» por su magia con los pies: drops, penales, conversiones y salidas magistrales. Fue jugador del año según la World Rugby y sumó muchos de los fundamentos que lo condujeron años después al salón de la fama del deporte de la guinda.

“Felicitaciones Juani”, escuchó Hernández del otro lado del teléfono, el mismo día que volvía de Buenos Aires a Francia, país en el que se desempañaba como profesional. “Cuando me di cuenta que era él me quedé mudo y calculo que por los nervios lo corregí después de que me felicitó por mi pegada con la zurda. ‘Soy diestro, Diego’ le dije y me quería morir cuando me escuché decirlo”, recuerda Hernández, que no por nada le decían ‘el mago’.

Maradona y Los Pumas en el Mundial de 2015. Foto @WorldRugby_ESMaradona y Los Pumas en el Mundial de 2015. Foto @WorldRugby_ES

“No importa, le pegás muy bien con las dos”, resolvió Maradona que no le dio importancia al desaire. Podría no saber de rugby, pero sí de mandar con los pies la pelota al lugar deseado, como Hernández. Años después, en el Mundial 2015, visitó el vestuario de Los Pumas y lo fue a saludar personalmente. Cosas de 10.

Diego y los chistes

Mucho antes, en la época dorada de Napoli, su casa fue el epicentro de los festejos íntimos de la familia Maradona, que ya por entonces no podía caminar sin que una marea humana se interpusiera a cada paso. «He salido de su casa en el asiento de acompañante, Claudia (Villafañe) en el volante y Diego en el baúl. Hacíamos algunos kilómetros y cuando estábamos seguros que no había paparazzis, frenábamos y él se subía con nosotros», detalla Pedro Troglio, subcampeón del Mundial 1990 y hoy entrenador de Banfield.

Compañeros y amigos. Troglio y Maradona en Racing.Compañeros y amigos. Troglio y Maradona en Racing.

Diego empezó siendo mi ídolo, después fue mi compañero y terminó siendo mi amigo. Yo pasaba las navidades en la casa de Diego en Napoli. Claudia llamaba y decía ‘venite, dale’. Yo me iba 200 kilómetros desde Roma, porque jugaba en Lazio, para pasar el cumpleaños de Claudia, de Dalma, de Diego. Llegaba la Navidad y estaba también ahí. Pero nunca pude, pese a que estabamos ahí con la familia, razonar lo que estaba pasando: yo siempre decía ‘mirá dónde estoy’… no lo podía creer”, explica Troglio, quien recuerda la navidad de 1990 como un continuado de Luis Landriscina.

“Esa navidad, creo que fue la última que pasamos allá. Terminamos de comer y estuvo contando chistes hasta las 7 de la mañana. Me lo acuerdo como si fuese ahora, sentado en un sillón, que era muy bajito, y empezó contando chistes, charlando, y nos reíamos todos. Claudia, la Tota, su padre, la familia. (Guillermo) Coppola… Yo conocí un ser humano excepcional, amigo de sus amigos, servicial, caritativo. Para mí un espectáculo de tipo él y toda su familia”, cuenta Troglio y revela un aspecto intimo. «Tenés que tener tela, eh: de las cuatro de la mañana hasta las siete cagándonos de risa».

La camiseta afuera

El 9 de junio de 1997, la Cruz Roja organizó un partido amistoso entre Estudiantes y Gimnasia, con el detalle de que Diego jugaría un tiempo para cada equipo. Cancha llena y aunque muchos años después Maradona eligió una porción de La Plata para ser DT, entonces era una novedad.

Diego Maradona y la árbitra Florencia Romano, en el amistoso solidario entre Gimnasia y Estudiantes de La Plata en 1995.Diego Maradona y la árbitra Florencia Romano, en el amistoso solidario entre Gimnasia y Estudiantes de La Plata en 1995.

Por entonces, Florencia Romano era la única mujer del arbitraje y peleaba por ser reconocida y dirigir en Primera División. Ella fue la elegida y las cámaras repartían imágenes entre Maradona y la rareza de la dama de negro: una mujer dirigiendo hombres, algo insensato para el entonces presidente de la AFA Julio Grondona.

«Por favor, póngase la camiseta dentro del pantalón», le indicó Romano a Maradona para mostrar la autoridad desde el comienzo, con la idea de respetar el reglamento puntillosamente aunque se tratara de un amistoso. Maradona, sin embargo, nunca se acomodó la camiseta de Gimnasia.

«‘No, si me pongo la camiseta adentro se me nota mucho la panza’ -le respondió Maradona- ¡ja ja! Fue un placer haberlo dirigido. Mi papá, Tomás, me dijo ese día: te vi dirigiendo al Diego, ya me puedo morir tranquilo», resume Romano, la primera mujer que dirigió a Maradona en una cancha… o al menos lo intentó.

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