Los Diez Mandamientos llegan a las aulas: Trump y los suyos empujan la educación religiosa

Los Diez Mandamientos llegan a las aulas: Trump y los suyos empujan la educación religiosa

Hace una semana, el gobernador de Texas, Greg Abbott, firmó la SB-10, una ley que ordena exhibir los Diez Mandamientos cristianos en cada aula pública del Estado. Esto significa que estarán repetidos más de 9.000 veces, frente a los 5,5 millones de estudiantes que entrarán a esas aulas en septiembre próximo. Texas se une así a una creciente lista de Estados gobernados por republicanos que, junto a Donald Trump, están impulsando la educación religiosa en las escuelas públicas del país.

“Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás dioses ajenos delante de mí…”, así comienza el texto, que viene íntegro en el documento de la ley texana y debe ser reproducido en inglés, sin versiones, con un tamaño mínimo de 40 x 50 centímetros, más o menos lo que mide el respaldo de una silla escolar. La norma, que entrará en vigor el 1 de septiembre, con el inicio del curso escolar, también permite que los estudiantes y profesores puedan dedicar un rato cada día a leer la Biblia o a rezar voluntariamente, siempre que los menores cuenten con el consentimiento de sus padres.

Abbott defendió la nueva legislación como una reivindicación de los pilares fundacionales de Estados Unidos, entre ellos “la fe y la libertad”. Mientras tanto, el vicegobernador Dan Patrick dijo al respecto: “Poner los Mandamientos en nuestras aulas asegura que nuestros estudiantes reciban la misma brújula moral fundacional que los antecesores de nuestro Estado y de nuestro país”.

El Gobierno de Texas ha impulsado políticas de este tipo durante años. Desde 2021, las escuelas públicas tienen permiso para mostrar el lema nacional, In God We Trust (En Dios Confiamos). Y en 2024, el Consejo de Educación local autorizó que se impartieran clases relacionadas con la Biblia como parte del contenido de los grados de primaria. Este currículo es opcional, pero, según el texto, los estudiantes que lo adopten recibirán un incentivo de hasta 60 dólares.

Sin embargo, varias familias presentaron recientemente una demanda colectiva ante el Tribunal Federal de Dallas contra la SB-10. Se trata de un grupo compuesto por cristianos, judíos, musulmanes y miembros de la Nación del Islam. Argumentan que la nueva ley viola la Primera Enmienda de la Constitución, la cual prohíbe al Gobierno establecer una religión oficial o interferir en el libre ejercicio de las creencias individuales.

Los demandantes, además, consideran que estos carteles podrían presionar a los alumnos a adoptar una doctrina religiosa particular. Según medios locales, hasta el momento cuentan con el respaldo de organizaciones como la American Civil Liberties Union (ACLU) y la Freedom From Religion Foundation.

¿Aulas o frentes ideológicos?

En junio de 2024, Luisiana aprobó una ley similar a la firmada por Abbott. Reconocida como HB-71, la normativa exigía colgar en las aulas públicas tanto los Diez Mandamientos como otros documentos históricos, incluida la Declaración de Independencia. La ley fue suspendida por un juez federal en noviembre y el Quinto Circuito ratificó el fallo siete meses más tarde. Ese tribunal tiene jurisdicción sobre Texas, lo cual hace pensar a muchos que la SB-10 podría terminar de la misma manera. Los jueces declararon que la ley de Luisiana era “claramente inconstitucional”, pues tenía una intención más religiosa que educativa.

Asimismo, la gobernadora Sarah Huckabee Sanders autorizó en Arkansas, en abril pasado, una norma que obliga a exhibir los Diez Mandamientos en los edificios públicos, entre ellos las escuelas y bibliotecas. La ACLU y siete familias locales demandaron al Estado el 11 de junio. “El derecho a decidir qué creencias religiosas seguir, si las hay, pertenece a las familias y las comunidades religiosas, no al Gobierno”, manifestó John Williams, director legal de la ACLU en Arkansas. “No permitiremos que los políticos abusen de nuestras escuelas públicas para imponer las Sagradas Escrituras a los niños”, agregó.

Dakota del Sur también tiene un proyecto de ley en esa dirección, que se encuentra a la espera de ser aprobado definitivamente. En cada caso, los políticos alegan que exponer los Mandamientos es un acto patriótico. Estas iniciativas forman parte de una ofensiva que pretende instaurar el cristianismo en los espacios públicos, sobre todo en las escuelas. Los conservadores que promueven esto se apoyan en antecedentes legales, como un caso de 2022 donde el Tribunal Supremo amparó a un entrenador escolar de fútbol americano que defendía su derecho a rezar en el terreno después de los partidos.

El presidente Trump no se ha pronunciado hasta el momento sobre la ley texana. Sin embargo, apoyó la ley de Luisiana y ha alentado a legisladores de otros Estados a impulsar medidas similares. “Me encantan los Diez Mandamientos en las escuelas públicas, privadas, y en muchos otros lugares. Léanlos. ¿Cómo podemos equivocarnos como nación?”, escribió en sus redes sociales. Añadió que “este podría ser, de hecho, el primer gran paso en el reavivamiento de la religión, que se necesita con desesperación en nuestro país”.

Opiniones divididas

Katherine Benson es venezolana, tiene 39 años y vive en Dallas con su esposo y sus dos hijos, que estudian en sexto y séptimo grado en una escuela pública. Son una familia que practica el judaísmo. Para Benson la enseñanza de los preceptos cristianos es fundamental, incluso en los colegios.

“De ellos se deriva hasta la actitud que uno debe tener en la vida y, en mi opinión, también las normas jurídicas. Seas quien seas, pertenezcas a la religión que pertenezcas, debes conocer los Diez Mandamientos”, asegura. También destaca que de ellos se derivan los 613 mitzvot (mandamientos judíos), “que nos permiten tener una vida más consagrada a Dios y un comportamiento de amor al prójimo para vivir mejor dentro de la sociedad”.

Shirin Bahavi, de 42 años, nació en Irán y creció como musulmana. Sin embargo, cuando llegó a Estados Unidos, se desvinculó de esa religión. Ahora vive con su hija, que cursa el décimo grado en una high school al norte de Texas. Para Bahavi, que pongan o no los mandamientos cristianos en las aulas no tiene relevancia.

“No practico mi estúpida religión y no me importan las otras”, afirma. “La religión es personal. La forma en que adoramos y rezamos a Dios depende de nosotros. Por eso, estoy en contra de cualquier fuerza religiosa”. Según su experiencia, el hecho de que se enseñen determinados valores religiosos en la escuela no determina necesariamente cómo actuará un niño cuando crezca.

“Cuando me hablaron de la nueva ley, busqué un artículo relacionado con el tema y lo lancé al grupo de WhatsApp del aula de mi hijo de 10 años, que va a comenzar el quinto grado en septiembre”, recuerda Magda, una migrante de 37 años que vive en Texas y pidió anonimato por su estatus legal. Según cuenta, el asunto generó un debate intenso: desde una madre que escribió “Aleluya” hasta un padre que citó a Karl Marx con “La religión es el opio de los pueblos”.

“Creo que la esencia de Estados Unidos es la diversidad cultural y la libertad de pensamientos”, dice Magda. “No tengo cultura religiosa, pero creo en el bien, en lo justo y en lo noble. De eso se tratan los Diez Mandamientos y todas las religiones del mundo. No hay que encasillarlas, solo hay que transmitirlas a nuestros hijos desde nuestras creencias, respetando cada una”.

Por otra parte, una maestra suplente de una escuela primaria en Houston, que también solicitó ocultar su nombre, opina que “educar y adoctrinar son cosas muy diferentes”. “Inculcar mensajes sin pasar por el análisis crítico y el aprendizaje personal es un error, implica repetir mensajes vacíos y segregar a quienes no practican la religión. Educar a las nuevas generaciones es clave, pero imponer una doctrina específica viola la libertad individual y, por tanto, viola la Primera Enmienda”, señala.

El Quinto Circuito, en el caso de Luisiana, consideró que imponer un texto religioso en las aulas públicas es inconstitucional. Si el Tribunal de Dallas falla contra la nueva ley texana, el caso probablemente llegará al Tribunal Supremo. Si este último falla a favor, Texas podría convertirse en un modelo a seguir para otros Estados. Si no, la ofensiva religiosa podría quedar en pausa.