Una investigación recogió la historia de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, en Libertador General San Martín, y consiguió poner a la luz un acervo invaluable que se hizo posible en 1944 por la decisión de Pauline Arrieta de Wollmann, presidente de Ledesma, que contrató a los más destacados ingenieros y artesanos hace 80 años.
Cuando el investigador Juan Pablo Baliña, convocado por la familia Blaquier, llegó al templo jujeño que debía investigar, se llevó una sorpresa: no existía una placa que señalara quiénes habían sido los constructores del templo.
El trabajo comenzó con la pierna izquierda. Tampoco estaban los planos firmados en el Archivo Ledesma ni en el Obispado de Jujuy ni en el municipio local. La familia Blaquier, descendientes de quienes habían financiado la construcción del templo hace 80 años, tampoco los tenía.
De Mar del Plata a Jujuy
Pocos saben que en Ledesma, Jujuy, existe un templo icónico para la provincia. No sólo su construcción representa un curioso enigma develado, ya que fue proyectada por los arquitectos Alberto Marschall y el italiano Alula Baldassarini, el mismo hombre que estableció en Mar del Plata un estilo único con sus fachadas de piedra, sino que la parroquia cobija en sus entrañas tesoros invaluables.
Entre ellos se pueden mencionar sus nueve vitrales realizados por el famoso artista español Antonio Estruch, la imagen de Virgen de la zafra realizada por el reconocido escultor Gustavo Lara, cuatro enormes campanas elaboradas en los famosos talleres de la Familia Bellini, y los libros parroquiales conservados desde el año 1919, entre otros.
La construcción del templo fue posible gracias a la decisión que tomó en 1944 Pauline Alibert de Wollmann, presidente entonces de la Sociedad Anónima Ledesma. Ella fue la que dispuso la construcción y asignó los recursos para una capilla en 1944, aunque nunca llegó a verla terminada. Murió el 27 de junio de 1944. Tiempo después, en 1979, sus descendientes decidieron donar el terreno y el templo al Obispado de Jujuy. A 80 años de aquella construcción, Mimi Blaquier y la empresa agroindustrial Ledesma, impulsados por el párroco P. Aldo Oña, iniciaron una investigación que lideró el historiador Juan Pablo Baliña.
Mimi Blaquier, mentora del proyecto y bisnieta de Pauline Alibert de Wollmann, señaló: “la comunidad parroquial participó y mostró su entusiasmo con el proyecto. Creo que tiene sentido rescatar la historia de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, sobre todo agradecer su legado que nos hace familia y nos inspira para el futuro.”

Baliña, por su parte, es historiador e investigador, lidera el Archivo Visual Argentino, y se sumó especialmente para este proyecto, cuyo objetivo era realizar una investigación para celebrar los 80 años de la existencia del templo.
“Hay distintas formas de poner en valor el patrimonio: identificarlo, protegerlo, dar a conocer su acervo e involucrar a la comunidad local. Eso fue lo que hicimos este año: investigamos en distintos archivos locales, pero también recogimos y cotejamos la tradición oral de la comunidad ledesmense”, señaló Baliña.
La historia comenzó cuando el General Martín de Ledesma Valderrama estableció en 1625 un fuerte en el valle del Río San Francisco. Sin embargo, tiempo después, ese fuerte fue incendiado y los planes del General Ledesma se truncaron. Años después Antonio de la Tijera, decidió restablecer el antiguo fuerte arrasado. Pero aquí una gran diferencia: el español, devotísimo de la Virgen del Rosario, puso la empresa bajo esa advocación y construyó una capilla que sería la semilla de la parroquia en cuestión.
Los hallazgos
Sus constructores: La investigación certificó que la construcción de la parroquia, atribuida únicamente al arquitecto belga Alberto Marschall, fue una obra en la que tuvo injerencia el famoso ingeniero italiano Alula Baldassarini, el hombre que marcó un estilo en Mar del Plata. Incluso la parroquia puede haber sido una obra sin firma de Baldassarini. La investigación explica que Marschall se había asociado con Baldassarini pero éste último nunca había querido revalidar su título en el país, lo que dentro de la sociedad de profesionales argentinos le trajo algunos problemas a partir de la década del treinta. Esas dificultades fueron creciendo cuando el italiano se negó a nacionalizarse argentino por lo que se vio obligado a recurrir a profesionales habilitados para firmar sus planos. Allí entró Marschall en escena. No se sabe exactamente cuánta influencia hubo entre ambos proyectistas en el templo jujeño pero sólo basta con mirar el templo para entender que se trata de una obra “a lo Baldassarini”.
La virgen de la zafra: entre todas las imágenes de la Parroquia hay una muy particular, distinta a las demás. Algunos vecinos de Ledesma la han llamado la Virgen de la zafra, sin embargo, otros la llaman “de la Asunción”. La imagen fue encargada al reconocido escultor Gustavo Lara, originario de Oruro, Bolivia. A pesar de que tiene una aparente confección en madera se trata de una obra realizada en piedra y muy pesada.
Un tesoro iluminado: el templo cuenta con un patrimonio único que enorgullece a la comunidad de Ledesma: los vitrales. En los laterales del templo se pueden ver magníficas obras de arte con diseños únicos firmados por su autor: Antonio Estruch, nacido en Cataluña, España. En los años 20, las principales iglesias de todo el país solicitaban sus servicios por su calidad. Estruch realizó vitrales para seis presidentes, la Casa Rosada, el Teatro Colón, Café Tortoni, numerosas iglesias y 20 catedrales.
El campanario: el templo cuenta con cuatro campanas. Se sabe que fueron elaboradas en los famosos talleres de la Familia Bellini, en San Carlos, provincia de Santa Fe. En aquella época era el taller más importante de toda Latinoamérica. Una de las campanas tiene esculpidas esta leyenda: “Donada por Paulette W. De Arrieta, María Luisa W. de Soulignac, y Enriqueta W. de Posadas”. Sus hacedores artesanos, la familia Bellini, estiman que sus campanas tienen una vida útil de 500 años.
Los libros parroquiales: la parroquia cuenta con otro valioso tesoro: los libros parroquiales conservados desde el año 1919. Se trata de registros de bautismos, casamientos y defunciones: 57 volúmenes de 600 páginas cada uno. Estos registros representan la fuente documental más importante en lo que refiere a la investigación histórica local.