Protestas, esperanza, escepticismo (y una gigantesca bandera de Ucrania) aguardan en Anchorage a Putin y Trump | Internacional

Protestas, esperanza, escepticismo (y una gigantesca bandera de Ucrania) aguardan en Anchorage a Putin y Trump | Internacional

“Claro que tiene que haber conversaciones de paz sobre Ucrania, pero no así. Es extraño que no participe Ucrania. Ucrania tiene que estar presente en las negociaciones en las que se trate de su futuro, no que Trump sea quien los represente”, opinaba Bill, un asistente social retirado, mientras desayunaba la mañana del viernes en una de las cafeterías que salpican el centro de Anchorage. “Pero ojalá, ojalá, salga algo positivo”, agregaba un segundo después. La cumbre de este viernes entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder ruso, Vladímir Putin, ha sido recibida con una mezcla de esperanza, escepticismo, oposición y protestas en esta ciudad que un día fue territorio ruso —y donde las simpatías recaen firmemente del lado ucranio—.

A lo largo de este viernes se han convocado más de una docena de protestas en varios puntos de esta ciudad de 290.000 habitantes y el resto de Alaska, el Estado de mayor extensión y menos densamente poblado de Estados Unidos, contra la presencia de los dos líderes y para reclamar que no se llegue a ningún acuerdo que pueda perjudicar a Ucrania. Cerca de un millar de refugiados ucranios se han asentado en Alaska huyendo de la guerra.

Al tiempo que el presidente estadounidense aterrizó en la base aérea de Elmendorf-Richardson, donde recibió el líder ruso, varias docenas de personas se manifestaron en la entrada de esas instalaciones militares, con cánticos, girasoles —emblema de Ucrania—, carteles con mensajes como “Alaska, junto a Ucrania” o “Putin, criminal de guerra”, y las banderas azules y amarillas del país invadido.

“Nuestra meta es transmitir solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en Ucrania, para que sepan que todos hemos visto con horror cómo resultó invadida hace ya más de tres años”, apunta Nicole Collins, del grupo Ketchikan Mayday for Democracy, uno de los organizadores de las protestas.

Alrededor de las dos de la tarde, hora local, varias decenas de asistentes desplegaron “la mayor bandera de Ucrania fuera de Ucrania”, según los organizadores del acto. El lugar escogido fue el parque Delaney, un espacio verde que recorre el centro de esta ciudad, la mayor del Estado, entre las aguas de la ensenada de Cook y las montañas de Chugach. Poco después, ambas delegaciones dieron por concluida la reunión.

Otros residentes expresaron su oposición, no tanto a la cumbre en sí, sino a la presencia de Trump: aunque Alaska votó republicano de modo muy mayoritario en las elecciones de 2024, en Anchorage se impuso la candidata demócrata, Kamala Harris.

“Esta ciudad ya tiene suficientes problemas. ¿Va a ocuparse de ellos?”, opinaba Deanna, otra clienta de la cafetería, mientras señalaba con un gesto a uno de los grupos de personas sin techo que pululaban a primeras horas de la mañana por las calles del distrito de oficinas de Anchorage. Las cifras oficiales sitúan en cerca de 800 el número de personas sin hogar, pero las organizaciones locales calculan que el número real ronda los 4.000.

Deanna admite haber votado a Trump en las elecciones de noviembre, pero se declara escéptica sobre el ahora presidente y sus recortes de servicios sociales. “No es que el año pasado tuviéramos muchas opciones. Voté por Trump porque es un empresario y prometía eficiencia. Pero al final, todos acaban haciendo lo que quieren y somos la gente de a pie los que pagamos el pato”, apuntaba esta administrativa en una compañía logística.

Anchorage se ha visto sorprendida por la cumbre en plena ebullición de una temporada turística que ya había desbordado sus escasos hoteles. Las autoridades han tenido que buscar soluciones creativas para acoger a las masas de periodistas y delegados llegados para el evento. Parte de las respectivas delegaciones de los dos presidentes descansan en las instalaciones de la Universidad de Alaska, a pocos kilómetros de la base militar donde tiene lugar la cita de los líderes y una zona donde los bloques de apartamentos advierten en carteles a sus residentes de que dejen las puertas bien cerradas al salir o al entrar: “Se ha detectado actividad reciente de osos”.

Sin habitaciones disponibles, el más de un centenar de reporteros rusos que acompañan a la comitiva llegada de Moscú han quedado alojados en un pabellón polideportivo con capacidad para 5.000 personas, el mismo donde se estableció un albergue temporal durante los tiempos más duros de la pandemia de la covid. Sus comunicaciones también se encuentran limitadas: debido a las sanciones internacionales, los servicios de roaming telefónico no funcionan. Y Rusia bloquea las llamadas desde aplicaciones de mensajería como WhatsApp.