El masajeo puede seducir durante un rato a los mirones, además de otorgar placer a aquellos que lo están practicando, pero si esa actividad se prolonga demasiado también puede llegar a agotar a los voyeurs. Esa actividad no tiene por qué ser estrictamente física. Yo he visto practicarla verbalmente y de otras formas en las relaciones de poder, en las empresas, en el halago permanente hacia los jefes por parte de trepas y oportunistas, especializados en el piropo o el servilismo a los de arriba para que estos les otorguen un hueco en el sol. Es una dedicación ancestral e imagino que practicado hasta el bochorno en el cenagoso universo de la política.
No puedo dejar de pensar en esas cosas mientras que observo entre el cansancio y el aburrimiento los tres episodios de la serie Pedro x Javis (Movistar+). De la producción de estos, a la que no era aficionado, me dejó alterado y admirado su serie La mesías. Y es legítimo su amor incondicional a la persona y a la obra de Almodóvar. No dudo de que su cine les cambiara la vida, de la deuda sentimental y la fascinación rendida que les provoca su arte sublime, que según ellos es permanente. Pero congregar en un plató de lujo a tantas y tantos de los que colaboraron en su obra, para hacer una oda colectiva de pompa y circunstancias hacia su egregia figura, termina resultando agotador para el espectador. En mi caso, al menos. Solo puedo añadir alucinado que las opiniones más sensatas o cercanas a la normalidad las aporta el propio Almodóvar. Algo milagroso, ya que este señor no se ha caracterizado nunca por su ausencia de egolatría y de narcisismo. Llego a pensar que tengo un problema auditivo cuando creo escucharle que algunas de sus películas no son buenas, que le salieron mal. Y me digo que no le he oído bien, que me lo he imaginado. Flipo, en cualquier caso.
Pero todo dios que aparece en fiesta tan gozosa está de acuerdo en que la figura de este hombre ha engrandecido el cine mundial, ha revolucionado la vida de España, ha creado un arte tan genial como imperecedero. Ningún matiz en su retrato, ni crítica, ni contradicción, todo es inmaculado. Pues nada, los amores no se razonan sino que se sienten. Los Javis y sus múltiples invitados han cumplido con su misión de fans, de almas fascinadas por un dios. Pero algún espectador que haya aguantado hasta el final podría preguntarse: “¿Esto, qué es?”.