La tabla devuelve un golpe duro. Si la mirada se dirige a las posiciones generales, donde se suman la ganancia de los campeonatos locales, el cuarto puesto lo deja una vez más afuera de la Copa Libertadores por tercer año consecutivo. Si los ojos se enfocan en la Zona B, es casi un oprobio deportivo: Boca está penúltimo, apenas un punto por encima de Aldosivi. Y aunque es cierto que apenas se llevan disputadas cuatro fechas del Torneo Clausura y todavía quedan doce fechas de la fase regular por delante, inquieta el nivel del equipo. Y todas las miradas apuntan a dos protagonistas que se necesitan mutuamente, pero eso no significa que confluyan en la solución para la crisis xeneize.
De Juan Román Riquelme y Miguel Angel Russo se trata. Juntos fueron campeones de la última Libertadores, hace lejanos 18 años. Uno como un eximio “10”, el mejor de la historia azul y oro. Otro como un sabio entrenador. El tiempo los volvió a encontrar por segunda en 2019, cuando el ex enganche se corporizó en dirigente de la mano de Jorge Amor Ameal. Boca ganó dos títulos, pero el desgaste y una racha negativa (ocho partidos sin victorias) derivó en el despedio del veterano estratega.
Hace un mes y medio, ya en su rol de presidente, Román insistió con Miguel. A fin de cuentas, el fútbol puede ser cíclico y la relación no se había roto, muy a pesar de la decisión que tomó el crédito de Don Torcuato. Russo volvió, pero nada cambió. Por el contrario, empeoró. Y ya lleva 18 partidos -sumado al ciclo anterior- sin victorias. Los hinchas están furiosos porque Boca llegó a su peor registro histórico, con 12 encuentros sin éxitos. Hace cuatro meses que no gana, desde el 19 de abril ante Estudiantes en la Bombonera.
Riquelme intenta relativizar el momento desde sus declaraciones, aunque ya no habla con los medios tradicionales, sino con el canal oficial que no emite preguntas incómodas. De hecho, el sábado se lo observó cantando en su palco, como si se tratara de un hincha común y silvestre, mientras la gente despidió al equipo con más silbidos que aplausos tras el angustiante empate con Racing.
El presidente buscó a Russo porque se trata de un técnico dócil a sus intereses. Hasta ahora, hizo todo lo que le pidió: Rodrigo Battaglia de zaguero, Leandro Paredes de volante central, Alan Velasco y Edinson Cavani de titulares y Milton Delgado -casi siempre- en el banco. Hasta apareció Frank Fabra, sorprendentemente ante Atlético Tucumán por la Copa Argentina. «El Marcelo de Boca», según Riquelme. Que Marcos Rojo, Marcelo Saracchi y Cristian Lema hayan sido apartados del plantel también fue decisión del máximo dirigente. Le costó una discusión de Ubeda con los borrados.
Román es jugadorista, cree muy poco en la influencia de los entrenadores y opina. Sucedió con el propio Miguel en su primer ciclo y con el resto de los técnicos que estuvieron bajo su mandato: Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra, Jorge Almirón, Diego Martínez y ni hablar con el interino Mariano Herrón. Sobran los ejemplos.
Que Cavani haya sido titular ante Racing, tal cual publicó Clarín, no fue casualidad. Russo entrenó durante toda la semana con Miguel Merentiel como referencia de ataque y un volante de respaldo para Paredes. Sí, Milton Delgado. Un rato antes del clásico, apareció el uruguayo de 38 años en la planilla como titular y la cinta de capitán en el brazo y el joven mediocampista de la Selección Sub 20 en el banco.
¿Será por eso que no se presentó en la conferencia de prensa, más allá del problema en la garganta? ¿Y por qué no quiso ir su ayudante Claudio Úbeda? Había que tener respuestas para tantas dudas, claro.
En este contexto, con el margen de maniobra acortado por Riquelme, ¿por qué Russo no se va? Porque es consciente de que se trata de su última oportunidad en Boca. El técnico es feliz dirigiendo al club que lo consagró a nivel continental y que lo llevó a jugar la final Intercontinental ante el Milan de Carlo Ancelotti, ni más ni menos. Por eso se encargó de maquillar todos los inconvenientes que se generaron a su alrededor. Desde su salida de San Lorenzo -muy a pesar de ocultar la verdad- hasta el enojo con Merentiel, a quien reemplazó en el partido con Huracán, pero salió a jugar el segundo tiempo, generando un papelón.
Su familia no quería que se expusiera en un club tan estresante como Boca porque viene dándole pelea a una dura enfermedad. Lo vieron bien en Miami, pero en las últimas semanas se lo observó deteriorado. Con algunas dificultades para caminar y, dicho está, no pudo encarar la conferencia de prensa. Ni siquiera dio indicaciones al pie del banco en el partido del sábado.
Cerca de Russo le insistieron para que se vaya en el medio del manoseo y las críticas que ya empiezan a pegarle de lleno no solo porque no se dan los resultados; también, por un equipo que no arranca. Es cierto que hubo una reacción, «una leve mejora», como le confió un integrante del cuerpo técnico a Clarín.
Riquelme y Russo se quieren, es real. Pero el presidente ya tiene a los posibles reemplazantes en el caso de que Miguel decida irse o la situación se torne insostenible en todo sentido: la dupla Favio Orsi y Sergio Gómez, campeones con Platense, y Gustavo Quinteros, ex técnico que ganó la Liga Profesional el año pasado con Vélez y tuvo un breve y poco feliz paso por Gremio.
«Esto es Boca», suele decir Russo con una frase que encierra todo. Su grandeza, su historia y sus problemas, claro.