sus hijos lo recuerdan y relatan cómo se conocieron a los 70 años

sus hijos lo recuerdan y relatan cómo se conocieron a los 70 años

Oscar «Cacho» Fangio estaba mirando televisión con su esposa cuando vio aparecer a Rubén Vázquez en una entrevista diciendo que era hijo de Juan Manuel Fangio, el quíntuple campeón de la Fórmula 1 que murió el 17 de julio de 1995 sin haberse casado y sin tener hijos reconocidos. Pero la Justicia reparó la historia tanto de Oscar como de Rubén y también la de Juan Carlos, y treinta años después los herederos del Chueco, que ya son octogenarios, jubilados y abuelos, se reúnen virtualmente con Clarín y prenden la cámara de la computadora para compartir sus historias.

“Estaba mirando televisión con mi esposa y lo veo aparecer a Rubén en la pantalla. Y le comento: ‘¿Para qué quiere el ADN, si es la foto del viejo?’. Un poco más alto, tal vez un poquito más de peso, pero no mucho que se me enoja, arranca Cacho, desde Mar del Plata, y las risas resuenan en Balcarce, donde vive Juan Carlos, y en Cañuelas, adonde se mudó Rubén cuando era un niño y su familia había dejado la ciudad de la pampa serrana.

«Yo tuve la suerte de compartir mucho tiempo con él y tuve experiencias que mis hermanos no pudieron disfrutar. Para mí encontrarme con hermanos de grande fue una gran alegría. La vida te da sorpresas y a veces muy lindas, ¿no?», agrega el único de los tres que hace 30 años sabía que el Chueco era su padre porque su madre, Andrea «Beba» Berruet, tuvo una relación prolongada y pública con el ídolo nacional desde los años ’30. Sin embargo, cuando nació el 6 de abril de 1938, fue anotado como Oscar Espinosa porque su mamá estaba separada en una Argentina sin divorcio legal.

«Mi caso fue todo medio complicado, te podrás imaginar», irrumpe Rubén, quien nació el 25 de junio de 1942 -al día siguiente del cumpleaños de su padre biológico y su padrino de Bautismo- y comenzó a sospechar que su papá podía no serlo unos meses antes de la muerte del campeón de la F1 con cuatro marcas distintas (Alfa Romeo, Mercedes, Ferrari y Maserati). «Inicié mi juicio por identidad a los 63 años. Estuve diez años, así que el tiempo fue pasando. Yo sabía de la existencia de Cacho, lógico, porque no estaba oculto para nada, era el hijo del Chueco. Pero durante todo el juicio yo no le hablé ni él me habló; no por nada particular, sino por un respeto mutuo que tuvimos en su momento hasta que la Justicia nos diera su veredicto. Ese día, me acuerdo, llamaron por teléfono, me dieron el aviso y hubo unos cruces periodísticos donde nos hicieron hablar a los dos por primera vez. Fue muy emocionante porque sabía que existía pero nunca había hablado con él ni él conmigo. Es difícil de explicar todas las cosas que se sienten al encontrarse con hermanos a los setenta y pico de años…», relata.

Juan Carlos asiente, aunque su caso es distinto al de sus hermanos: su madre, Susana Rodríguez, lo inscribió en el Registro Civil con su apellido, pero no le ocultó su pasado y por eso él siempre supo quién era su padre. Sin embargo, la relación la entabló con su tío Rubén Aniceto Fangio. «He ido mucho a la casa de la familia Fangio por una amistad muy grande con Toto y nunca hablé, y eso que hablé muchas veces con mi padre, de la filiación. Nunca me animé. Cuando Toto, por ahí, me presentaba con algún amigo, él decía que yo era hijo de su hermano, decía, en realidad, es hijo de Juan, a personas que no conocía yo y eso me impresionaba. Pero nunca me animé a hablar directamente de filiación con mi padre, honestamente«, aclara quien el 6 de junio cumplió 80 años.

«Yo pienso que en la vida vos podés cargar una mochila que no es tuya. Y es muy difícil el proceso cuando sos chico. Porque la gente habla a veces de más sin saber las situaciones de las personas y lastiman. Y cuando uno es chico no se da cuenta, a veces, y otras veces empieza a sufrir problemas de grande cuando es chico. Y uno pierde parte de la adolescencia. Hoy en día, como ha cambiado todo, es mucho más fácil llegar a conocer la identidad por un montón de factores. Antes no se conocía el divorcio, por ejemplo, o, por costumbre, se decía ‘cosas de muchachos’… No, no. Pienso que cuando uno tiene dignidad hay cosas que se deben hacer bien y es una lección que nos da la vida también. Cuando se constituye una familia lo que hay que lograr es que la familia viva bien y que no tenga vergüenza de ninguna índole -resume Cacho-. Todos cometemos errores en la vida y lo más difícil es reconocerlo. Yo estoy muy contento de lo que he hecho; me arrepiento de algunas cosas que no he hecho bien, pero mi vida ha sido muy linda porque he hecho muchas cosas que no pensaba que podía hacer; he disfrutado de la familia, perdí una hija que me dejó unos nietos divinos y seguiremos disfrutando la vida y la familia, que se nos agrandó ahora un poco más».

El mayor de los hermanos -Oscar- habla con la sabiduría de sus 87 años y sus vivencias, ya que su infancia la atravesó sin mamá ni papá. Mientras ellos viajaban por Europa, él alternaba entre Balcarce -en la casa de los Espinosa- y Mar del Plata, donde vivía su abuela materna y recibía las visitas de sus padres en los veranos. A mediados de los ’50, quien ya era campeón de la F1 quiso adoptarlo, pero abandonó el trámite. «No, la verdad no los tuve de chico, porque viajaban a cada rato y yo me veía en los veranos con ellos, estaba entrenando y cuando regresaban disfrutaba los momentos que podía. Pero después pude armar algo que anhelé toda la vida, que es una familia: tengo nietos, una sola nieta y los demás varones. Y quiero que Rubén te cuente una coincidencia que no lo vas a poder creer. Vas a ver que te va a sorprender porque no nos conocíamos. Hay varias coincidencias que no se pueden creer…», anticipa y le da paso al hermano del medio.

«Con Cacho nos casamos el mismo año, con diferencia de pocos días; tuvimos tres hijos cada uno y una de las hijas de Cacho se llamaba Carolina y una de mis hijas se llama Carolina; uno de los nietos de Cacho se llama Ramiro y uno de mis nietos se llama Ramiro. Y después hay otras coincidencias, pero esas son las más destacables de todas. Los nombres de nuestros hijos, los nombres de nuestros nietos y la fecha de casamiento son coincidencias muy grandes y seguimos coincidiendo en muchas cosas, hasta en el equipo de fútbol. Algunos son de otros equipos…», dispara con la mira puesta en Juan Carlos, que es de Boca y se ríe de sus hermanos de River. Y concluye con su historia. «Yo también tengo tres hijos y una se llama Carola, es la del medio, la que más conoce a la familia de Cacho porque además de ser primas se han hecho muy amigas con Romina, la hija del medio de Cacho», comparte quien se jubiló como ingeniero agrónomo del INTA de Balcarce.

En abril, se cumplirá un década del primer encuentro de los tres hermanos, en una posada de Tandil propiedad de Oscar Scarcella, abogado de Oscar y Juan Carlos durante el proceso judicial. «Fue apoteósico -lo define el menor-. Yo a Cacho lo conocía y a Rubén lo había ido a ver una semana después de la exhumación de los restos de nuestro padre. Y ese encuentro lo organizó el abogado que hizo posible la exhumación, de no haber sido por ese abogado probablemente no hubiéramos podido demostrar el ADN que tenemos. Eramos hermanos pero sin papá«.