Desde que se desnudó para contar el infierno de lo que fue su adicción, hay algo diferente en él, como si se hubiese transformado internamente. Es, de algún modo, una nueva versión de Gastón Pauls, que desde hace años conduce Ser humanos, ahora por América, y hace más de veinte que creó la fundación La Casa de la Cultura de la Calle, para prevenir consumos problemáticos como los que él atravesó.
Estuvo dando charlas motivadoras por todo el país a lo largo del año y se refugia en sus hijos, Muna y Nilo, de 16 y 13 años respectivamente, y es un padre muy presente. Ellos representan su “lugar seguro” después de tanta oscuridad alrededor.
Mientras tanto, vuelve a conectar con el mundo artístico: se estrenará la segunda temporada de la serie Barrabrava próximamente y está desarrollando un filme propio como director y guionista llamado El año del dragón. Además, está escribiendo un libro, Espejos, donde convive su propia historia con la ficción.
-¿Cómo te sentís interiormente si te escaneás ahora? ¿Qué estás percibiendo de vos en este momento, Gastón?
–(Piensa). Diciembre es un mes que para los adictos nos sacude mucho por el reencuentro familiar para las fiestas, por las crisis que hay en los vínculos… Esto de los balances, de cerrar el año y todo eso. Sí, me sacude un poco este mes. Estoy bien, estoy contento por el laburo hecho, cansado… Pero también con la certeza de que quiero seguir por acá y que el año que viene tengo ganas de retomar un poco la parte artística que tengo algo abandonada, como en pausa, con un libro, una obra de teatro y una peli que escribí. Pero estoy bien, el escaneo da bien.
Cuando me levanto abro el Instagram y tengo quinientos mensajes de gente pidiendo ayuda, todos los días.
-¿Cómo te afectan esos balances?
–(Hace un silencio). A mí, en general, me gusta hacerlos. Desde hace un montón de años, mi presente me invita a hacer un balance casi diariamente. Solo por hoy chequeo cómo estoy, haciendo un escaneo, tomando tu palabra. También me sirve para la autorregulación: ¿cómo estoy hoy? Creo que el balance anual da bien, sí. (Hace un silencio). Como te decía, creo que lo que tengo ganas de desarrollar es esa parte creativa.
-¿Lo artístico quedó un poco postergado?
-El otro día lo hablaba con mi hija, que varias veces me dijo: “Pa, pero dale, volvé a actuar, dirigí”. Fue una decisión que tomé en un determinado momento para meterme específicamente con la fundación y con dar charlas y con algunos trabajos, pero hay una pulsión creativa. Es momento de retomarla.
-La energía de la temática de adicciones es a veces absorbente. Y más si te dedicás todos los días del año a ayudar a otros. ¿Cómo lo vivís?
-Es un montón. Cuando hace como cinco o seis años yo me propuse hacer el programa Seres libres, quise contar la parte luminosa del asunto, que es la de la gente que está en recuperación. Pero sabía que me metía con la energía muy oscura que está del otro lado. Todos los adictos conocemos, hemos visto cosas, hemos estado en lugares oscuros del alma. Charly García ya decía que la cocaína no es blanca, es negra. Cuando uno se pone a trabajar para el lado, entre comillas, del bien, del otro lado, el de la oscuridad, te dicen: “Pará, vení, vení, vení”. O sea, te metés con energías, con contrastes, muy fuertes. Cuando yo me levanto a la mañana, hoy me pasó, abro el Instagram y tengo quinientos mensajes de gente pidiendo ayuda, todos los días.
-¿Cómo son esos mensajes?
-“Me quiero suicidar”, “mi mamá está en la cama sin poder levantarse”, “intenté suicidarme y no pude”, “a dónde llevo a mi hija”. Son quinientos. Y a veces no me da matemáticamente el tiempo para verlos a todos (se queda pensando).
-¿Cómo hacés con el peso de tener que dar una respuesta?
-No es fácil. Por eso, mis hijos me dijeron varias veces: “Papá, estás acá con nosotros, ¿por qué estás contestando mensajes?”. Pero a la vez hay algo genuino, que es decir: “Yo sé que para esa persona que te está pidiendo ayuda, un segundo a veces es lo que divide la vida de la muerte”. Y algunos se te mueren en las manos, porque no somos infalibles y porque tampoco acá hay un manual que diga “Si hacés esto todo va a estar bien”. Convivo a veces con culpa, otras con mucho orgullo, otras con muchísima tristeza, a veces se hace muy difícil.
-Mencionaste la oscuridad. ¿Hay algún polo de atracción que por momentos te desvíe del camino actual?
-Sí, creo que hay alertas, alarmas y advertencias que te ponen tu alma o bien, la gente que forma parte de tu circuito de recuperación. Mirá, el 31 de diciembre del año pasado, hace un año, por eso digo que es un mes intenso, y no puedo caer en la misma trampa, estaba contestando mensajes y me desmayé. Me fui a negro. Me corté el labio, me tuvieron que coser, me dieron cinco puntos en la boca. Y esa es una cicatriz que yo veo en el espejo.
-Me desmayé, estaba contestando mensajes, ya no me daba más la cabeza, porque los pedidos son estos de “me muero, me suicido, perdí a mis hijos, me quiero pegar un tiro”, o sea, es una energía muy densa, que en un momento me colapsó y apagué la tele.
Cuando no sé más que hacer y estoy cansado, me arrodillo. Muchos creerán que soy un místico.
-No sé si me asusté. Me sirvió como alerta. Viste que el universo te va mandando señales y, si no las ves, se ponen un toque más intensas, hasta que decís “ah, ok, no puedo seguir jodiendo”. Entonces me asusté, por ahí cuando me levanté con el labio cortado. Pero lo tomé muy rápidamente como un aviso y ahí recurrí a la red, a decirles que necesitaba bajar un cambio porque, si no, estoy intentando ayudar, pero complicándomela yo.
-O sea que siempre está el riesgo, esa oscuridad por la que te preguntaba…
-Claro. Nosotros en los grupos decimos que la adicción es un enemigo de la vida muy astuto. A mí ya no se me va a presentar con una línea blanca ni con un vaso de whisky. O sea, yo a eso le digo que no. Pero puedo caer en el mismo comportamiento compulsivo con otras cosas.
-Tal cual. Defectos de carácter. Pequeñas actitudes que me llevan a entrar en el mismo ciclo de consumo. Estoy alerta. O sea, me parece un horror esa sustancia que consumía, tengo claro que no me interesa. Vuelvo a decir que una recaída, gracias a Dios, solo por hoy, no la tengo hace un montón de años. Hay una frase que decimos en los grupos que es muy interesante: el infierno es un lugar que te quema de a poco. Yo no tengo ni fantasías, no voy a lugares donde hay consumo, no me interesa. Mi grupo de gente más cercano no consume.
-Hablábamos de la cantidad de personas que busca en vos una respuesta. Cuando estás en esa saturación de mensajes, ¿a quién le pedís ayuda?
-La primera ayuda es mi relación con mi poder superior. Cuando no sé qué más puedo hacer y estoy cansado, me arrodillo. Muchos creerán que soy un místico o que tengo un delirio y nada de eso. Delirios tenía cuando estaba consumiendo una sustancia y me arrodillaba ante ella. Hoy lo hago ante la vida. O sea, ante el inmenso y humilde poder superior que me dice: “Yo te sigo acompañando a pesar de que te metiste un infierno por la nariz”. Y, después, es clave la gente que tengo al lado, que me quiere bien, no me quiere consumiendo, no me quiere metiéndome en un infierno, me quiere de este lado.
-Sabemos que estos consumos tapan algo. En tu caso, ¿qué vacíos necesitabas llenar?
-Ese vacío que todos los adictos queremos tapar con droga, con sustancia, con juego, con apuestas, con comida, con lo que sea, yo no lo tenía muy claro. Recién hace unos años empecé a entender que primero hubo siempre como una baja autoestima en mí, que también seguramente hablaba de algo más. A pesar de que a mí me iba bien con lo que hacía, no valoraba lo que tenía. A esta altura creo que hay un montón de razones por las que ese vacío quería ser tapado por algo. Pero una vez escuché una frase: ese hueco que tenemos en el alma, ese vacío, en realidad, es la forma de Dios. O como cada uno lo conciba: Jesús, Jehová, Alá, la Pachamama, el universo, tu abuela que está en una estrella. (Medita). Bueno, sí, me pasaban cosas en casa que tampoco eran tan terribles, pequeñas disfuncionalidades familiares, inseguridades, un comentario que me hizo una maestra una vez y que me tildó, un bullying que me hizo un compañero una vez y dije: “¿Por qué me dicen esto? ¿Yo debo merecer esto?” Pero ya es más anecdótico.
Gastón Pauls, en su rol en Barrabrava. Foto: gentileza Amazon Prime Video-Estos temas podrían emerger en un proceso terapéutico donde no acudís por una adicción, sino como una forma de desarrollo personal. ¿Verdad?
-Exactamente. Ante una mirada externa, yo tiraba para abajo. Me sigue costando decir: “Che, pará, yo tengo un valor”. Y hoy también aprendí a que la mirada externa, especialmente en un mundo donde ya todos estamos observados por alguien, hace que cualquiera sea criticado. Pero ahora yo sé lo que hago, sé cómo soy y me costó un montón de años darme cuenta.
-¿Tu baja autoestima venía más por lo profesional?
-No, creo que lo de la autoestima venía desde chico. Sentía que mi opinión era mucho menos válida que otras de pibes más extrovertidos, más seguros supuestamente. Entonces, yo callaba mi voz interior. Terminé armando ese cóctel de pibe que no dice lo que siente, que es una de las piedras fundamentales del adicto. Si no expresás el dolor, la ansiedad, tus deseos, tus sueños, tus miedos, te empezás a meter para adentro y un día es mucho más fácil meterte sustancias. Es un trabajo para mí el poder decir, no es algo que me sale naturalmente. Lo tengo que ejercitar.
-El riesgo es también contar lo que te pasa y que sea solo un guion desconectado de lo que estás sintiendo…
-Lo que yo digo en una charla o, por ejemplo, en una nota, es lo que yo viví. Ahora, si yo me quedo solo en eso que viví y no sigo evaluándome, escaneándome como hablábamos al principio, solo voy a repetir casi sistemáticamente como un grabador mi historia. Porque si no caería en la trampa de creer que el tema ya está.
-Claro, vas a creer que estás muy superado y no te va a volver a pasar el infierno que viviste…
-Exactamente. Yo tuve amigos que han recaído en el último mes y medio. Uno se suicidó el año pasado y llevaba casi quince años limpio. ¿Por qué digo esto? Porque siempre decimos que mientras nosotros estamos haciendo fuerza y juntándonos para recuperarnos, la enfermedad está ahí, del otro lado de la puerta, haciendo flexiones de brazos. (Medita). A ver… Yo tuve que reconocer mi derrota para empezar a ganar. Yo pensaba que era el campeón y sin embargo perdí.
Voy todos los días a los grupos de autoayuda. Son grupos anónimos. No digo el nombre porque si un día recaigo, la gente va a decir: “Ah, no funciona”.
-¿Estás yendo todos los días a un grupo de autoayuda?
-Voy todos los días. Son grupos anónimos. No digo el nombre porque si un día recaigo, la gente va a decir: “Ah, no funciona”.
-¿Y cómo te sentís después de tantos años ahí?
-Mirá, si una semana yo no voy o no me meto virtualmente, mi cabeza empieza a tirarme ideas. No de consumo, pero sí otras. Tengo menos tolerancia, estoy más fastidioso, ansioso, más soberbio. Todas las patologías que tenemos los seres humanos aparecen.
-Mencionas “patologías”. ¿Tuviste depresión? Muchas de las personas que están en adicción, atraviesan algún cuadro psicopatológico.
-En algún momento, como bien lo sabés vos trabajando de esto, lo que hizo la sustancia fue exacerbar o a veces bloquear o anestesiar “pseudo-semi-mini” patologías que estaban presentes donde me decía “no tengo problemas”. Esta idea de meterme para adentro, pero con la cocaína salgo afuera y hablo mucho. Yo sigo conviviendo con esos lados, como cualquier ser humano. Cualquier gran movimiento espiritual te habla del equilibrio. ¿Cómo convivimos con el que te habla en un oído y con el que te habla en el otro? (Cambia el tono de voz a una más risueña). Me dicen: “¿Y por qué no vas al barcito a la noche?” Me va a seguir hablando. Si yo me dejo endulzar la oreja… Por eso te digo, la adicción es un enemigo de la vida muy astuto.
Gastón Pauls cuenta que mantiene un vínculo espiritual diario. Foto: Ariel Grinberg. -¿Cómo es tu conexión con el mundo espiritual que mencionaste antes? ¿En qué creés?
-Yo no creía en nada. Sé que en el momento más oscuro mío, después de cinco noches sin dormir, le pedí ayuda a Jesús. O sea, mientras estaba encerrado en una habitación sin luz, sin ventilación y con todo el horror, pedí esa ayuda desesperada. Hoy, mi vínculo espiritual es diario. Yo vine acá orando en el auto. La oración, primero es un agradecimiento, segundo es un compartir lo que me está angustiando, me preocupa o sueño, y también es un gesto enorme de humildad. Porque tal vez si no hubiese sido por Dios, no estaría acá.
-¿Diciembre es un mes especial en tu vida? Dejaste tu adicción, tocaste fondo con el estrés el año pasado, estás con los balances que para estas fiestas te tocan la fibra…
-Es un mes en el que pasaron un montón de cosas en mi vida. Hace cuarenta y pico de años, un 29 de diciembre, se murió mi abuela. Otro 29 de diciembre casi me muero. Cuatro años después nació mi hijo, también un 29 de diciembre. Yo podría creer que son todas casualidades, pero no. Yo festejo un cumpleaños más el 29 de diciembre, mi segundo nacimiento.
-Tenés un muy buen vínculo con Agustina Cherri, la mamá de tus hijos, ¿verdad? Incluso con los hijos que luego ella tuvo con otra pareja…
-Cuando decía la cantidad de gente que uno tiene alrededor, pienso que yo tengo dos hijos de sangre y otro que es Adrián, un hijo adoptivo mío, de mi fundación. Y además, los hijos de Agus son como mis hijos. O sea, cuando vienen a casa, el amor es el mismo. Descubro que los hijos de Agus me abrazan y no es sólo el amor que yo les puedo dar sino el que ellos me dan. (Piensa). Tengo amigos que tienen ex parejas con las que no logran esa comunión.
En general siempre me quedaba hablando con gente que estaba en situación de calle sentado en el cordón de la vereda
-¿Y adoptaste, decías, formalmente?
-No, es la adopción de corazón de alguien a quien yo conozco desde hace veinte años, que formaba parte de mi fundación, y en un momento me di cuenta de que él, Adri, tenía… (Piensa). Un lugar de vacío. Y le dije: “Che, acá estoy”. Y Adri ha vivido en casa, con mis hijos, nos hemos ido de vacaciones, viene todos los fines de semana. Yo no lo he contado mucho porque él era más chico y hoy tiene 34 años. Pero hay algo ahí que también tiene que ver con esto de dar y de recibir, o sea, del intercambio emocional que a mí me potencia, a él también y que ojalá siga siendo así.
-¿Sentís que tenés una sensibilidad especial para ayudar a otros desde que naciste?
-Sí, una facilidad, un don, que ni siquiera es mío, es lo que se me ha dado y lo pongo en funcionamiento. (Medita). En general siempre me quedaba hablando con gente que estaba en situación de calle sentado en el cordón de la vereda. Me cuentan que, a mis tres años, yo un día vi en la calle a un señor que venía muy triste caminando y pregunté quién era esa persona con esos zapatos tristes.
-Como le pregunto a todos los que entrevisto: dentro de muchísimo, muchísimo tiempo, ¿cómo te gustaría que te recordaran?
-Uff (Exhala antes de escuchar toda la pregunta y se queda pensando). Lo que más me importa a esta altura, y ni siquiera es dentro de muchísimo tiempo, es cómo me recuerda en cada segundo mi hijo o mi hija. Por qué es solo por hoy. La casa está en orden, diría el ex presidente. Bueno, es eso, yo no tengo más que eso. En otro momento de mi vida sí quería saber como me recordarían, ser una persona muy importante. Hoy ya no tengo ese ego artístico.












