En Tik Tok, Instagram y YouTube no solo bailamos, compramos y nos informamos distinto sino que también hablamos distinto. Y de acuerdo con un lingüista, eso también sucede fuera del celular porque las redes sociales, impulsadas por algoritmos de inteligencia artificial, están moldeando nuevas formas de comunicación que combinan jerga, memes, gestos y silencios de modos sorprendentes y, en ocasiones, preocupantes.
Después de todo, tecnología y escritura siempre fueron de la mano. En su increíble libro El infinito en un junco, la filóloga española Irene Vallejo señala que la invención de la escritura fue un cambio radical que permitió almacenar y transmitir conocimiento más allá de la memoria humana, multiplicando las voces, preservando ideas y conectando a las personas en tiempo y espacio.
Hoy las redes sociales, y los algoritmos que las gobiernan, funcionan como una nueva tecnología de la palabra, pero con características muy distintas, centradas en la velocidad, fragmentación, viralidad y efimeridad. Es así que hoy nos topamos cada vez más con palabras que vienen del mundo de las redes, desde “tranqui 120” a “aesthetic”o “acompañenon” pasando por jerga que viene del fútbol y la política pero nacida en redes como “messirve”, “fenómeno barrial” o “Che, Milei”.
Hoy las redes sociales y los algoritmos que las gobiernan, funcionan como una tecnología de la palabra.
De acuerdo con el lingüista Adam Aleksic en su libro Algospeak, no se trata simplemente de jerga o de términos de moda, sino que el lenguaje de la era digital cumple con la doble función de ser una herramienta de expresión y, al mismo tiempo, un engranaje del mercado de la atención, tanto entre pantallas como cara a cara.
Y no solo han cambiado las palabras sino también las formas de decirlas con lo que algunos llaman el “acento influencer”, con una cadencia acelerada, entonaciones ascendentes y una hiperenunciación calculada.
Es el relato típico de alguien en TikTok (rápido, irónico, cargado de frases como get ready with me aunque sea grabado en una casa de Neuquén o en un departamento de Catamarca) y que refleja un nuevo tipo de oralidad, adaptada al consumo rápido.
Incluso en correos electrónicos, publicidades y comunicaciones corporativas, se percibe el impacto de la cultura del scroll con frases más breves, tonos más informales y un ritmo diseñado para captar atención inmediata.
Y, de acuerdo con Aleksic, las palabras que tienen un origen racista o denigratorio como “chad” son aún más virales por la Ley de Poe: cuando no queda claro si algo es en serio o en broma, su circulación se vuelve imparable.
Se está construyendo así una suerte de Torre de Babel digital donde los idiomas no se dividen por país sino por generación.
Y los cambios en la comunicación parecen extenderse más allá del lenguaje: algunos especialistas hablan de una “pausa millennial”, un corte de unos segundos antes de hablar en público deudor del tiempo en los que se chequea si un video se está grabando y “la mirada Gen Z”, un gesto neutro y despojada de expresión, consecuencia de años de socialización a través de pantallas.
La diferencia entre generaciones en su vínculo con la tecnología no es solo estética, sino que es una forma distinta de construir identidad.
Se está construyendo así una suerte de Torre de Babel digital, donde los idiomas no se dividen por país, sino por generación y plataforma. Y si bien nunca antes habíamos sido tan creativos con el lenguaje, hoy es muy difícil sostener conversaciones intergeneracionales.