¿Trump, premio Nobel de la Paz? El presidente y sus aliados maniobran para lograrlo | Internacional

¿Trump, premio Nobel de la Paz? El presidente y sus aliados maniobran para lograrlo | Internacional


Un nuevo truco se ha sumado en las últimas semanas al repertorio a disposición de los líderes internacionales de visita en la Casa Blanca para ganarse a Donald Trump: pedir que le concedan el premio Nobel de la Paz. Lo hizo Benjamín Netanyahu en su reciente viaje para hablar del alto el fuego en Gaza propuesto por Washington. Y lo hicieron también los gobernantes de cinco países africanos en un encuentro con el presidente de Estados Unidos que será recordado porque este se maravilló del buen inglés de Joseph Boakai, de Liberia, país fundado en el siglo XIX por esclavos libres estadounidenses, cuyo idioma oficial es… el inglés.

Después de eso, una periodista africana, que ha adquirido cierta fama en Washington por sus ganas de congraciarse con el presidente de Estados Unidos, les preguntó si apoyarían la concesión del premio a Trump. Este, que había empezado la reunión pidiendo a los presentes que acortaran sus intervenciones, salió de su sopor y los dejó hablar largo, mientras los escuchaba con una sonrisa en el rostro.

Los líderes de Pakistán y de Bielorrusia también apoyan esa moción, que secundan un puñado de republicanos de la Cámara de Representantes estadounidense, y dos secretarios del gabinete de Trump. Y lo más importante: él mismo está convencido de que merece el premio desde, más o menos, 2019, cuando viajó a Corea del Norte.

Tras su regreso al poder el pasado enero, y según sus propias cuentas, que ofrecen bastantes dudas, el presidente ha acabado con los siguientes conflictos: la escalada de tensión de mayo entre India y Pakistán, la reciente “guerra de los 12 días” entre Israel e Irán y la disputa “de más de 30 años” entre Ruanda y República Democrática del Congo, a cuyos ministros de Exteriores recibió en la Casa Blanca. También ha dicho que paró una guerra entre Serbia y Kosovo antes de que empezara. O insiste cuando puede en que le gustaría cambiar el nombre del cargo de Pete Hegseth, secretario de Defensa, por el de secretario de Guerra, nombre que tuvo hasta 1947, pero ese es otro asunto.

El columnista conservador Jay Nordlinger, autor del libro más completo sobre la historia del Nobel de la Paz, publicado en 2012, no puede “imaginar que sean ciertos” esos logros que se atribuye el presidente de Estados Unidos y duda de que se lo vayan a conceder, “aunque no es posible descartarlo el todo”. El mayor mérito en su currículo para eso es, según Nordlinger, la firma de los Acuerdos de Abraham, que en 2020 trajo el restablecimiento de las relaciones con Israel de algunos países árabes. Una de las condiciones del testamento de Alfred Nobel dice que el galardón debe concederse en reconocimiento de logros del año anterior, pero el comité no siempre cumple esa premisa.

Cuatro precedentes

“Trump es un tipo chapado a la antigua”, añade Nordlinger en una entrevista por videoconferencia desde su casa en Nueva York. “Creció en la segunda mitad del siglo XX, así que piensa que es un gran logro aparecer en la portada de la revista Time, cuando esta ya perdió casi toda su relevancia. Lo mismo pasa con el Nobel. Siempre ha sido un mérito extraordinario ganarlo. Le encantaría pertenecer a ese club, codearse, por ejemplo con la Madre Teresa de Calcuta. Es un hombre fascinado por la grandiosidad, y el Premio Nobel de la Paz es un premio grande, tal vez el más prestigioso del mundo”.

Si lo ganara, Trump se convertiría en el quinto inquilino de la Casa Blanca en conseguirlo desde la fundación del premio, en 1901. Los otros son Theodore Roosevelt (1906), Woodrow Wilson (1920), Jimmy Carter (en 2002, cuando ya no lo era) y Barack Obama (2009). También lo tuvo el entonces secretario de Estado Henry Kissinger; se lo dieron en 1973, junto al diplomático de Vietnam del Norte Le Duc Tho. Aquella fue, reconoce Nordlinger, la decisión más polémica de la historia del premio.

Dan Smith, director del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, ciudad desde la que atendió a EL PAÍS por videoconferencia, dice que concluir que porque un día se lo dieron a Kissinger −quien ordenó bombardeos en Camboya, Timor Oriental o Vietnam que provocaron centenares de miles de muertos− es posible que se lo den a Trump es ignorar que el comité del Nobel actual no es el de entonces, “ni siquiera el que distinguió a Obama”. “Conociendo a sus miembros, creo que no les impresionará la fanfarronería de Trump. Si hubiera un logro real, lo tomarán en serio, y, aunque saben que sería controvertido, podrían premiarlo. Pero hasta ahora, no lo hay”. Este comité ha tendido además en los últimos años, advierte Smith, “a premiar activistas individuales y movimientos de base, más que a presidentes”.

La paz en Ucrania se le resiste, continúa el experto. “Solo ha logrado un alto el fuego extremadamente corto en Gaza, y desde entonces, ha estado apoyando a Israel en acciones que, incluso para buena parte de la opinión pública de ese país, entran en la categoría de crímenes de guerra. En cuanto a Irán, apoyó a Netanyahu en un acto ilegal de agresión contra Teherán”, agrega.

El secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente Richard Nixon tras conocerse la concesión del Nobel de la Paz al primero en 1973.

Smith −que el año pasado propuso (sin éxito) que el Nobel de la Paz se declarara desierto por primera vez desde 1972, en vista del estado actual del mundo, tan “lleno de conflicto, hostilidad y confrontación”− considera que su mediación entre Ruanda y República Democrática del Congo ha sido “más bien para defender los intereses estadounidenses”. “Y por defender lo tuyo no te premian en Oslo”, añade. Aunque con Trump nunca se sabe. Y no sería la primera vez que le funcionaría uno de sus trucos favoritos: repetir muchas veces algo que de primeras pudo sonar descabellado para que deje de parecerlo.

El precedente de Obama irrita especialmente a Trump. “A él no le gusta que lo hagan de menos con respecto a sus predecesores”, aclara Jeff Le, que sirvió de enlace entre la Administración de California y la Casa Blanca en su primer mandato. “¿Por qué se lo mereció Obama, que aún no había hecho gran cosa por merecerlo y no él?“, añade. Este lo recibió cuando llevaba solo unos meses en el puesto. Nordlinger escribe en su libro sobre la historia del Nobel que el comité se lo concedió porque entró en escena como “el presidente soñado [para sus miembros], del mismo modo que George W. Bush representaba su peor pesadilla. Aquel galardón fue como una señal de alivio, porque Bush ya no estaba al mando. La forma de bendecir un nuevo comienzo“.

Barack Obama habla en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz, celebrada en el Ayuntamiento de Oslo, el 10 de diciembre de 2009.

Jeff Le aventura, por su parte, que Trump no va a desistir en su presión para ser galardonado. “Durante el año que viene, por ejemplo: se celebra el 250º aniversario de la independencia de Estados Unidos. Además está el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos [en 2028]”. “Aún estamos a mitad de temporada”, añade Le, “y, como en el fútbol, aún pueden pasar muchas cosas, pero me parece que [Trump] está bastante alto en la tabla”.

Tan alto como en el segundo puesto, con un 25% de posibilidades, según la web de predicción Oddspedia. En cabeza está Yulia Navalnaya, viuda del disidente ruso Alexéi Navalni (40%). ¿Y en tercer lugar? El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que lleva más de seis meses esperando a que Trump cumpla con su mayor promesa incumplida de paz: la de que terminaría con la agresión rusa “en un solo día”.