Bajo una hermosa luna tucumana como testigo, el Monumental José Fierro volvió a ser escenario de una noche especial. No solo porque después de más de cinco años recibió público visitante en un partido oficial, sino porque, por primera vez desde su consagración en Qatar 2022, Ángel Di María pisó suelo en la tierra de las mejores empanadas. Y el cariño de la gente fue inmediato, casi automático. Fideo, ídolo de la Selección y héroe en la final contra Francia, fue recibido como se recibe a los campeones, sin importar los colores. En el campo, sin embargo, Atlético Tucumán y Rosario Central no se sacaron ventajas y empataron 0 a 0.
A saber: la última vez que el Decano había jugado con hinchada rival fue el 25 de febrero de 2020, en la eliminación por penales ante Independiente Medellín en la Copa Libertadores. Desde entonces, las tribunas del Monumental solo se tiñeron de celeste y blanco. Pero en el José Fierro, y por la fecha cuatro de la zona B del torneo Clausura, unas 3.250 almas canallas rompieron la costumbre y le dieron un marco inédito al duelo entre Atlético y Central.
En ese clima, entre cumbias y guarachas que se mezclaban con el murmullo expectante, apareció él: Ángel Di María. Saludó, sonrió, se dejó abrazar por los jugadores decanos y devolvió cada gesto de afecto. Antes del inicio, recibió una plaqueta en reconocimiento a su trayectoria y, sobre todo, a su gesta mundialista. Con su presencia, Tucumán sumó así al campeón del mundo número 31 -de los 69 que levantaron la Copa- que pisa esta provincia. Y no fue un paso cualquiera; cada vez que tocaba la pelota, se levantaban aplausos, celulares y, claro, suspiros.
«GRACIAS FIDEO POR HACERNOS FELICES»
El cartel de hinchas de Atlético Tucumán para Ángel Di María 👏#LPFxTNTSports pic.twitter.com/QgghvXKVM4
— TNT Sports Argentina (@TNTSportsAR) August 10, 2025
Pero cuando la pelota empezó a rodar, el fútbol recuperó su lógica. Atlético Tucumán salió decidido a no dejarlo cómodo ni a él ni a ninguno de sus compañeros de Central. Presión alta, piernas fuertes y un grito ahogado a los 15 minutos. Leandro Díaz marcó para el local, pero el árbitro Fernando Echenique lo anuló por una supuesta infracción previa. El Monumental explotó en protestas.
Rosario Central intentó asentarse, pero la presión tucumana lo obligó a retroceder metros. Fideo, vigilado de cerca, buscó generar peligro con diagonales y toques rápidos, aunque cada vez que pisó el área celeste y blanca las miradas se encendieron, conscientes de que siempre es capaz de inventar algo o de provocar un fallo favorable. Con el correr de los minutos el juego se hizo más parejo, pero las llegadas claras de ambos equipos no fueron suficientes para abrir el marcador, aunque es verdad que el conjunto de Lucas Pusineri fue más insistente.
En el complemento las cosas debían cambiar. Atlético, una vez más, entró enchufado; y la visita, igual de concentrada. En ese tramo quedó en claro que Di María tomó las riendas. Fideo pidió calma a sus compañeros, se mostró como conductor y buscó abrir el juego con su zurda precisa. El Decano, firme en la marca, mantuvo el orden y no le dio los espacios para lastimar.
A los 19 minutos, Rosario tuvo la más clara del partido tras un error en la salida local que dejó la pelota servida para Veliz, quien asistió a Campaz, pero el colombiano falló lo que pudo haber sido el primer grito canalla. Eso. Nada más porque el choque siguió cerrado, pero a los 38 llegó un momento que no entendió de camisetas. Di María dejó la cancha y fue ovacionado por todo el Monumental en un aplauso eterno que mezcló admiración, respeto y, por supuesto, gratitud hacia uno de los grandes campeones del mundo. Él, con una sonrisa tímida, levantó la mano, llevándose el cariño de todos.
El 0 a 0, sin embargo, no se movería. Pero Tucumán demostró que también sabe rendirse ante el talento y la historia, aunque no vista sus colores. Y Ángel Di María, una vez más, dejó claro que su magia no entiende de fronteras ni camisetas.