Un escritor de Chacabuco ganó $3 millones con una novela fantástica

Un escritor de Chacabuco ganó $3 millones con una novela fantástica

Se llama Manuel Crespo y no es su primer premio, aunque ayer se quedó con los tres millones de pesos que ofrece la provincia de Buenos Aires a través del Premio Hebe Uhart de Novela, que va por su tercera edición y que tuvo, además del libro ganador, titulado En el cielo un hombre, dos menciones especiales a Habló con los muertos, de Enrique Antonio Rivas, y El tatuaje de la pólvora, de Lautaro Ortiz.

El jurado, integrado por Osvaldo Baigorria, Carla Maliandi y Leo Oyola, eligió la novela de Crespo entre 331 novelas inéditas provenientes de 72 localidades de la provincia, ya que ser bonaerense es requisito para participar. El libro se publicará en la colección Nuevas Narrativas, de Ediciones Bonaerenses, el sello editorial de la Provincia.

Creado en homenaje a la escritora y cronista oriunda de Moreno, Hebe Uhart, el galardón tiene como objetivo –dicen sus responsables– «reconocer la creatividad artística, fortalecer el catálogo del sello editorial público y estatal, y promover la producción de novelas que amplíen el mapa literario bonaerense«.

«La envié al Uhart porque es de los buenos concursos que se vienen consolidando en el último tiempo, que ha premiado a escritores que conozco y aprecio. Más allá de la recompensa económica, que viene bien en tiempos complicados, me gusta el proyecto de la editorial, que publica libros que por ahí andan por los márgenes de la producción actual y encima se ocupa de habilitarlos a todas las personas que quieran acercarse a ellos», explicó anoche Manuel Crespo a Clarín, al regreso de su trabajo.

La raigambre bonaerense del autor, categoría 1982, comenzó como sucede en muchos casos en verdad en la ciudad de Buenos Aires donde nació, justo antes de mudarse a Chacabuco, donde vivió hasta hace unos meses.

Su primera novela, Los hijos únicos, ganó en 2010 el Concurso Nacional “Laura Palmer no ha muerto” y fue publicada por Gárgola Ediciones. En 2018, su libro de cuentos Fosfato obtuvo el premio del Fondo Nacional de las Artes y salió un año después por Ediciones La Parte Maldita. Y en 2025 publicó su segunda novela, Un vidrio, con la editorial Ninguna Orilla.

Sus textos fueron incluidos en revistas y antologías de Argentina, España, México y Estados Unidos. Actualmente, es editor de la sección “Otras literaturas” en Otra Parte Semanal y colabora en la revista El Diletante. No es nuevo en materia de premios, pero este tiene un peso distinto.

«Los libros de Ediciones Bonaerenses se pueden descargar gratis online, están a disposición. Sé que ahora se discute mucho todo esto, pero a mí me parece una política cultural súper válida», agregó en el escritorio de su casa, en penumbras y mientras lo esperaban unos mates.

Sobre la novela ganadora, el autor explicó: «Cuando la empecé me puse como desafío escribir plenamente dentro del género fantástico. Era algo que nunca había hecho hasta el momento, al menos no de esa manera: hasta entonces, en otros textos, cuando había un elemento fantástico, ese elemento dependía siempre de la perspectiva del narrador. Era un fantástico medio mentiroso, que se podía asumir como un delirio del protagonista, una alucinación, un acceso de locura. En esta novela no: en ella lo fantástico es objetivo, una realidad comprobada por todos los habitantes de la novela. O tal vez están todos locos, en definitiva, y lo que me salió fue un realismo invertido, qué sé yo».

Durante la escritura de En el cielo un hombre, Crespo se enfrentó a un desafío nuevo: «Fue escribir una novela sin protagonista, o con un protagonista difuso, que es la ciudad donde el hecho fantástico ocurre. Me propuse escribir esa ciudad como mirándola desde un punto de vista lo más abierto posible, una especie de gran angular. Nunca había intentado una novela así de panorámica; hasta ahora habían sido siempre situaciones humanas, íntimas y más manejables. Fue como describir un hormiguero desde arriba, y me divertí mucho haciéndolo», explicó mientras la biblioteca lo acompañaba casi desnuda porque sus libros quedaron en el pueblo.

Tres premios en su carrera literaria deben estar diciendo algo, pero Crespo lo atribuye, antes de nada, al azar: «Supongo que hay mucho de suerte, y que esta vez no fue excepción. Lo disfruto mientras dura, sin darle un valor intrínseco ni estratégico, porque es una sensación que conozco y que tiene fecha de vencimiento. No espero nada de este premio salvo la satisfacción que me está dando ahora, lo cual ya es un montón», concluyó.