Un respiro para el jaguar en México: el felino más grande de América aumenta su población | América Futura

Un respiro para el jaguar en México: el felino más grande de América aumenta su población | América Futura


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Los datos más actualizados sobre la presencia del jaguar en territorio mexicano son alentadores. Según el último censo realizado, el mayor depredador del trópico del país incrementó su población en un 10% en seis años. “¡Pasamos de tener 4.100 en 2018 a más de 5.300 en el 2024!”, cuenta emocionado Adán Peña, coordinador general de estrategias estatales en la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, una asociación civil que monitorea las poblaciones de este animal desde el 2010.

El aumento de ejemplares de este félido en el país resulta una noticia tan sorprendente como esperanzadora. “No esperábamos contar tantos ni encontrarlos en algunos de los territorios donde los hemos identificado, como en ciertas regiones de Aguascalientes y Guerrero”, celebra Peña, que es titular de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural de la Ciudad de México (CORENADR). No obstante, como advierte, “el jaguar sigue siendo una especie en extinción en México”. Principalmente por un depredador imbatible: la actividad humana que arrasa con sus hábitats.

Al tener en cuenta la tasa de crecimiento que ha mostrado en los censos, para que esta especie salga del estatus de peligro en que se encuentra “se requerirán un poco más de 30 años hasta incrementar la población a 8.000 individuos. No obstante, si nos esforzamos podríamos duplicar su población en 15 o 20”, apunta Peña.

Una de las primeras acciones que se pueden instrumentar para su conservación, que sirve también para toda la diversidad biológica del país, “es consolidar el papel de las áreas naturales protegidas mediante recursos financieros, materiales y humanos”, destaca el comisionado, que forma parte de uno de los proyectos más ambiciosos sobre monitoreo de jaguares que se ha hecho en el mundo.

Con 414.000 áreas muestreadas en 15 Estados de México, se trata del trabajo más completo de una especie concreta para evaluar su presencia y distribución. Un gran esfuerzo de monitoreo que ha sido posible gracias a la colaboración de casi 50 investigadores alrededor del país y con la participación de las comunidades, la academia, el Gobierno y la sociedad civil.

“Se trata del segundo estudio más ambicioso en materia de biodiversidad del continente. El primero fue en el Amazonas, donde pusieron más de 1.200 cámaras trampa con el fin de hacer un análisis de biodiversidad de todo el territorio. Nosotros pusimos 920 cámaras trampa: ¡un sueño!”, confiesa Peña, emocionado por los resultados que arroja sobre la cifra de este animal emblemático, que distintas culturas milenarias, como los mayas, erigieron como divino. El animal con el que los pueblos leían en el atlas del cielo a través de su pelaje, del que se servían también como indumentaria de poder. Una especie que, en los últimos cuarenta años, perdió hasta el 60% de su hábitat en México, según cifras del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

Por eso, defiende Peña, “es importante incentivar la conservación de los corredores biológicos del jaguar”. Según explica, los pasos de fauna en carreteras y vías férreas han probado ser medidas exitosas en la prevención de atropellos, por lo que la construcción de más pasos de fauna en las regiones con mayores conflictos mitigaría en mayor medida los impactos de la infraestructura vial. “En los últimos años se ha avanzado con más de 1,2 millones de hectáreas de conservación de corredores. Pero aún hay zonas de paso que no están protegidas. Hay que ampliar los mecanismos de protección de la especie con actividades sociales, participando con las comunidades locales para sensibilizar”.

El Tren Maya, el proyecto estrella del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, tan controversial por los daños ecológicos que ha causado su construcción, y que voces expertas han cuestionado también por su impacto en la supervivencia del jaguar y en el resto de la biodiversidad, “es uno de los proyectos con más pasos de fauna que se han hecho en la historia del país. Las obras de infraestructura tienen siempre que contemplar estas medidas”, destaca Peña.

Precisamente, revela, la ecorregión que atraviesa el tren, la selva de Calakmul, “en la península de Yucatán, es justo donde más jaguares se han contado”, seguida del Pacífico sur, el noreste, el centro de México, el Pacífico norte y la costa del Pacífico central. “Nuestro estudio nos permite decir que allí las poblaciones no tuvieron una merma”, apunta el comisionado, quien defiende la necesidad de políticas de conectividad en grandes espacios “para que los jaguares, que requieren entre 2.000 y 2.500 hectáreas para desplazarse, puedan transcurrir con mayor seguridad en esos territorios”. Un ejemplo de ello es el muro fronterizo que separa Estados Unidos y México y que en tantas coordenadas obstaculiza el paso natural de los jaguares como territorio entre un país y otro.

Un Jaguar atendido por especialistas en Quintana Roo.

Entre otras de las medidas clave para proteger al felino más grande de América destaca frenar el tráfico ilegal de pieles, cráneos, garras y colmillos. De acuerdo a investigaciones recientes sobre tráfico de vida silvestre, de la asociación Wildlife Conservation Society (WCS) Mesoamérica, México es el país que más vende partes de este animal en línea. Por eso ello, la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar propone elaborar un convenio entre el Gobierno federal y diversas plataformas de venta por internet, como Facebook, para detenerlo.

“También debemos reducir el conflicto con jaguares que matan ganado”, apunta Peña. Como explica, el seguro ganadero, una herramienta que maneja la Secretaría de Agricultura, se trata de una política útil en la que, por el daño de ataques al ganado por cierta fauna silvestre, los ganaderos pueden cobrar un seguro. Sin embargo, matiza el comisionado, esta medida “requiere refinarse para atender más eficientemente los reportes de daño y pensar en pago por servicios de la biodiversidad a ejidos y comunidades protectoras del jaguar, que los dueños de terrenos puedan tener también incentivos para poder convivir con el jaguar”.

En algunos lugares del país, como en Sonora, gracias al programa Viviendo con Felinos, el cual brinda incentivos económicos a los ganaderos por cada jaguar vivo, algunos rancheros de la región han ido cambiando la percepción sobre este felino, y han pasado de matarlos a ser aliados en su protección, logrando mantener el ecosistema en equilibrio y el ganado a salvo de la depredación. Como recuerda Peña, después del Amazonas, México es el segundo lugar de América Latina con mayor número de jaguares: “Y debemos jugar un papel clave en su conservación”.

Además de constituir un animal emblemático, esta es una especie clave para evaluar la salud de los ecosistemas mexicanos, lo que se denomina una especie sombrilla. Una que requiere de grandes territorios para vivir y cuya conservación también protege indirectamente a muchas otras especies y a su hábitat. “Para que haya jaguares se requiere que haya presas, venados, pecaríes, tapires, se requiere que su hábitat esté en buenas condiciones. Si el ecosistema está degradado, deja de haber presas. Si deja de haber presas, deja de haber jaguar. Al protegerlo, protegemos la biodiversidad y los ecosistemas”, revela. El jaguar, concluye, “se adapta al desarrollo humano y a la transformación progresiva de las temporadas de lluvia a la seca. A lo único que no se adapta es a la transformación acelerada de su hábitat”.