Una pareja colombiana, acogida a la regularización extraordinaria: “España nos impulsó cuando caímos con la dana” | Noticias de la Comunidad Valenciana

Una pareja colombiana, acogida a la regularización extraordinaria: “España nos impulsó cuando caímos con la dana” | Noticias de la Comunidad Valenciana


Claudia Rubio, de 37 años, y Estyben Duque, de 39, una pareja de colombianos, salieron de casa con sus dos hijos pequeños, de 6 y 4 años, y lo puesto la noche del 29 de octubre del año pasado cuando una riada de proporciones desconocidas inundó Castellar l’Oliveral, una de las pedanías de la ciudad de Valencia. Habían llegado de su país a finales de 2023 y, aunque sin regularizar, fueron trampeando y dando algo de estabilidad a su vida en España. Cuando dos días después de la riada, Estyben logró abrir la puerta de la antigua casa de huerta en la que residían vio todas las pertenencias de su familia flotando. Hacía solo unos meses que habían estado a punto de volverse a Colombia desesperanzados pero surgió una oportunidad y finalmente se quedaron. Tras el paso de la dana, empezaban de nuevo. Cuando se cumplen ocho meses del desastre, esta pareja se queda con lo bueno y resalta la riada de humanidad y ayuda que trajeron vecinos, amigos y voluntarios a sus vidas y la regularización extraordinaria aprobada por el Gobierno para los migrantes afectados por la dana de 2024, cuyos trámites ultiman.

El marido rememora ahora los días que siguieron a la dana. “Lo mejor de la historia, después de haber perdido todo, es que empezamos a ver llegar gente de la nada. De todas partes de España, de otros países, a decirnos en qué podían ayudarnos. No lo podía creer, fue una locura”, cuenta todavía impresionado Estyben. Su casa, una antigua alquería propiedad de una señora mayor que cuidaba Claudia, se llenó de gente para ayudarles. “Ahí es cuando vimos que había luz al final del túnel, cuando vimos a toda la gente sacando el barro de nuestra casa. Sin ellos no hubiéramos hecho nada, porque la tristeza nos hubiera derrotado”, insiste este colombiano que vendió todo y dejó un trabajo de 10 años en una empresa de su país para venirse a España, donde tenía a sus padres y dos hermanos.

Luego salió el decreto del Gobierno de España -aprobado en Consejo de Ministros el pasado febrero- para una regularización extraordinaria de migrantes afectados por la dana por el que se facilitaban prórrogas o permisos a los migrantes empadronados que vivían o trabajaban en las zonas devastadas. “Presentamos los papeles y ahora estamos peleándonos por conseguir una cita para las huellas. Ahí estamos pegados”, explica este hombre que junto con su esposa Claudia han lanzado el podcast Migrante de ideas en el que cuentan sus experiencias vitales, su transformación en los últimos años. “Ya nos llegó por correo la resolución del permiso de un año, que luego se renueva otro y entonces ya podríamos aplicar para solicitar la nacionalidad”, añade Claudia. “Nos hemos enamorado de España, que nos ha recibido de forma impresionante. Nos abrió las puertas, nos ayudó, nos impulsó cuando caímos con la dana. Es nuestro desafío”, coincide la pareja.

El caso de Claudia y Estyben es solo uno de los muchos atendidos por Cáritas Diocesana a lo largo de 2024, según el balance presentado a mediados de junio por la organización. La pareja colombiana y sus hijos recibieron ayuda directa de la entidad durante sus tres primeros meses en España. Pero no fueron los únicos. La cantidad de personas atendidas por la entidad se disparó el año pasado, en parte por la dana, hasta 55.527 personas, con una inversión de 13 millones de euros destinados a programas de atención social y acompañamiento.

En Chiva, Luisa Bosch, de 54 años, es precisamente una de las voluntarias de Cáritas. Esta población, arrasada por el desbordamiento del barranco que la atraviesa, no se ha recuperado anímicamente ocho meses después de lo vivido. “Llovía sin parar y, claro, ya veíamos que lo que venía era algo feo. Yo solo pedía, por favor, que pare, que pare ya. Era angustioso”, explica. Ella vive en un segundo piso y el agua no le entró pero sí a sus vecinos de la planta baja, que se refugiaron en su casa. “Al día siguiente, la gente que salía a la calle estaba en shock, como en una película. Caminaba sin rumbo, con una sensación de desconsuelo tan grande, no sé describirlo”, recuerda. Se pusieron a limpiar su casa y luego a ayudar a otros, también despejaron su iglesia, San Juan Bautista, donde el agua alcanzó los 1,80 metros.

“Lo bueno de Chiva, una población agrícola, es que teníamos tractores y con cuerdas pudimos despejar y limpiar con más facilidad. Luego llegaron camiones cuba y más tractores de municipios vecinos. Trabajábamos de sol a sol porque no había luz. Era como vivir el día de la marmota, cada jornada igual que la anterior”, explica.

Han pasado meses desde la tragedia pero de ese desastre costará mucho recuperarse. “Hay gente que aún no puede ni llorar”, menciona Luisa en referencia a un vecino que se salvó de la corriente atado a un cable de antena. El arzobispado, del que depende Cáritas, tiene un centro de escucha que ayuda a la gente que lo necesita y quiere participar. En él hay psicólogos y no psicólogos, añade esta voluntaria.

“A la gente le preocupa haber perdido su casa, y no es solo la pérdida material es la pérdida de su hogar, de sus fotos, de sus recuerdos, de parte de su identidad”, añade. En Chiva, tras el paso de la brutal dana, se tienen que demoler al menos una treintena de casas, en la calle Buñol, en el paseo de San Isidro, o en el barrio de Bechinos, surgido en torno a una antigua alquería musulmana del siglo XII.

Luisa explica que no sabe muy bien el motivo “pero no hice ni una foto ni media en ese tiempo”, y alaba la resiliencia de las personas a pesar de su pena. “Es sorprendente que negocios arrasados hayan vuelto a abrir, que sus propietarios tengan el ánimo de volver a ponerse a ello. A mí, personalmente, me maravilla”, apunta al tiempo que considera que el proceso de recuperación está resultando lento.