José Flores lleva 30 años manejando un camión por las autopistas de Estados Unidos. Transporta comida entre California, Nevada y Arizona. Conoce bien las señales de tránsito y las rutinas que debe cumplir en las paradas de inspección. Ha pasado las pruebas necesarias para operar un vehículo de carga. Sin embargo, ahora, con 61 años y a punto de jubilarse, Flores tiene miedo de perder su empleo. Una nueva orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump exige que los camioneros dominen el inglés, y a José se le complica el idioma. “Yo lo leo y lo entiendo bastante porque mis hijos nacieron aquí, pero hablarlo y escribirlo ya es otra cosa”, explica.
La nueva ley, que entró en vigor el pasado 25 de junio, ordena que los choferes de estos vehículos comerciales deben “leer y hablar inglés lo suficiente como para conversar con el público, comprender señales de tráfico, responder a las autoridades y llenar informes o registros”. A Flores le parece un poco ambiguo y todavía no sabe con certeza cuánto nivel le pidan. En su trabajo solo le advirtieron de lo que estaba pasando, pero no le han dado órdenes precisas. “Nunca he tenido problemas para hacer lo que hago. En realidad, yo para manejar no necesito hablar inglés. Y como yo, hay muchos más”, sostiene.
Desde hace años, una ley exige que los conductores comerciales dominen el idioma. Sin embargo, su aplicación no siempre ha sido tan estricta. Un documento de la Administración Federal de Seguridad de Autotransportes (FMCSA, por sus siglas en inglés) publicado en 2016 determinó que los inspectores apenas penalizaran con multas o advertencias a los choferes que mostraran dificultades con el idioma. Pero el pasado 28 de abril, Trump firmó esta orden ejecutiva que fuerza a aplicar la legislación con rigurosidad. Ahora, los camioneros que no cumplan lo establecido podrán enfrentar multas de hasta 10.000 dólares e incluso la revocación de su licencia. La FMCSA publicó otra orientación el 20 de mayo, que entró en vigor el 25 de junio: un chofer que no domine el idioma puede ser puesto fuera de servicio inmediatamente. De hecho, no podrá continuar su ruta. Otro conductor debe reemplazarlo.
“Conozco compañeros que son dueños y operadores a la vez, que tienen sus propios camiones y no hablan mucho inglés. ¿Qué van a hacer si los paran y los declaran fuera de servicio?”, se pregunta Flores, quien llegó a Estados Unidos desde México a los 18 años y logró establecerse y acomodar su vida gracias a este trabajo. “El carpintero no necesita el inglés para meter un clavo a la madera. Para manejar, al final, tampoco hace falta”, asegura. “Con que uno se sepa las señales y algunas cosas básicas es suficiente”.
Según cifras de la FMCSA, más del 20% de los conductores comerciales en el país son de origen latino. Esto suma aproximadamente unos 700.000 profesionales. Muchos de ellos han trabajado sin problemas durante años, con licencias válidas, sin accidentes ni sanciones. El problema con la nueva normativa es que no presenta criterios objetivos. ¿Qué significa “suficiente dominio”? ¿Cómo se evita la discriminación por el acento? ¿Qué pasa si un conductor se pone nervioso hablando un idioma que no es el suyo con un oficial?
El Secretario de Transporte, Sean Duffy, advirtió sobre el tema que el inglés es “un requisito de seguridad no negociable”. Afirmó que se han documentado accidentes en los cuales la falta de comprensión del idioma ha sido un factor importante. Pero entre los choferes hay otra percepción. Alejandro Morales, un cubano de 26 años, considera que esta es una ley innecesaria. “Lo único que tienes que hacer es mirar el ticket que te dan donde recoges la carga, transportarla, y saber cuánto peso puedes llevar y tal. No hace falta inglés porque casi todo son números”, apunta.
Morales conduce desde hace dos años un camión de volteo que transporta materiales de construcción entre Texas y Luisiana. Según él, no es necesario hablar con los clientes ni llenar ningún informe. Ni siquiera es necesario el idioma para las inspecciones. “La inspección es revisar el camión, que no tenga ninguna falla técnica ni mecánica, y cuando te dan el OK no tienes prácticamente ni que hablar con nadie”, explica. En el caso de que lo detuviera la policía en la carretera, Morales argumenta que se puede resolver con traductores. “El policía cuando no se puede comunicar contigo siempre llama al despacho y le ponen a alguien que habla español. A mí me lo hicieron una vez. Me pararon, el guardia llamó, que necesitaba alguien que tradujera, y enseguida se lo pusieron. Pero tampoco es que te estén parando todos los días”, cuenta.
Flores opina lo mismo: “Nunca he tenido que tener una conversación larga en inglés. Entrego papeles, me revisan, y sigo mi camino. No entiendo por qué ahora quieren obligarnos a hablar como si fuéramos recepcionistas”.
La cadena de suministros en Estados Unidos depende mucho de la transportación por carretera. Más de 70% de los productos se mueven en tráileres, muchos de los cuales son manejados por migrantes. Si los nuevos controles reducen la fuerza laboral activa, los expertos predicen demoras en las entregas y aumento en los costos logísticos.
“Yo me siento bien manejando. No quiero jubilarme, pero si me quitan el trabajo, ¿qué hago? ¿Irme a una fábrica a ganar menos?”, considera Flores. “Los precios han subido mucho. La renta, la gasolina, la comida. Si gano menos, no me alcanza el dinero. Y me afecta a mí y a mi familia”.
Varias organizaciones civiles han manifestado su preocupación por esta política. Para ellos, se trata de una forma de exclusión laboral. Afirman que no hay evidencia sólida de que la falta de inglés haya provocado accidentes, y que la medida pone en riesgo a quienes ya pasaron los exámenes oficiales. “Si me dieron la licencia, es porque entendí la prueba”, dice Flores. “Si he trabajado en esto por 30 años es porque sé lo que hago. ¿Por qué me van a decir que ya no sirvo porque no puedo explicar en inglés lo que hago todos los días?”.