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Once meses antes de convertirse en recuerdo, el Diego visitó por última vez La Paternal. Pasó por el PH de Argerich al 2747, donde conoció a la Claudia; luego por Lascano 2257 —su primera casa propia— y, finalmente, el tour desembarcó en el estadio que lleva su nombre: el de Argentinos. Llegó en una 4×4 polarizada, fumando un habano cubano, portaba lentes de sol, cadenas de oro y sus clásicos dos relojes, uno por mano. Bajó. Dio un par de pasos y se reencontró con los Cebollitas. Se emocionó. Lloró. Salió a la cancha abrazado de sus hermanas, Rita y Ana. Así dio una vuelta olímpica saludando a la gente que, como monos de zoológico, colgaba de los alambrados babeando de emoción. Rió, cantó y volvió a llorar. Y sobre el final de su visita, justo antes de alzar las manos y despedirse antes de pasar a la memoria popular, expresó a su gente un último deseo: «Me han hecho muy feliz. De verdad. Los quiero muchísimo y ¡que ganen el campeonato, la re puta madre!».

En aquel entonces, cuando Diego —con su habitual locura— pronunció esas palabras a finales de 2019, el Argentinos de Dabove peleaba en la ajustada lucha por los primeros cinco puestos de la Superliga, manteniendo chances de campeonar hasta las últimas fechas. Pero se le escapó. Estuvo cerca. Y desde aquel deseo de Diego, Argentinos llegó a múltiples semifinales e instancias decisivas… y en todas quedó afuera.

A lo largo de los últimos años, estuvo cerca de lograr grandes hazañas en varias competencias, demostrando una constancia que rozó la gloria pero siempre encontró un obstáculo en el camino. La primera ocasión fue en mayo de 2019, cuando alcanzó la semifinal de la Copa de la Superliga y cayó 1-0 ante Boca, que luego perdería la final contra Tigre. En la Copa Maradona 2020 quedó a apenas un punto de liderar su zona en la fase campeonato y clasificarse para la final ante Banfield, que terminó jugando y ganando Boca. La Copa Argentina 2021 volvió a ver a Argentinos en semifinales, cayendo nuevamente 1-0 con un Boca dirigido por Milito. Ese equipo de Milito marcó tendencia, un antes y después en una escuela de fútbol que, a pesar de su partida, desde la dirigencia intentaron mantener.

En la Copa de la Liga 2022 llegó a semifinales y perdió con Tigre por penales, mientras que en 2024 repitió instancia, esta vez siendo eliminado por Vélez también en definición por penales. Entre medio, en 2022, se aseguró un lugar en la Copa Libertadores gracias a su posición en la tabla anual y quedó dentro del top 10 de la Liga Profesional. Más recientemente, en el Apertura 2025, alcanzó los cuartos de final y fue eliminado por San Lorenzo, otra vez desde los doce pasos. En el medio, las participaciones en Copa Libertadores 2021 (eliminado por River en octavos) y en Copa Libertadores 2023 (eliminado por Fluminense en octavos).

Desde que regresó a Primera en 2017, Argentinos siempre se mantuvo entre los puestos altos, destacándose y generando incomodidad porque sabe cómo hacerlo: nunca se rindió, preservando su idiosincrasia de juego limpio, humilde y de escuela. Con un presupuesto reducido pero con jóvenes talentosos en abundancia —como Alexis Mac Allister, Nico González, Fausto Vera y Fede Redondo, los últimos estandartes—, se fue consolidando como un club modelo tanto en las buenas como en las malas. Porque, aunque para el afuera parezca extraño, en La Paternal no lo es: en todas esas ocasiones en las que Argentinos fue eliminado, el equipo se retiró del campo aplaudido, y el hincha, más allá de la bronca, se marchó a casa satisfecho por haber disfrutado de ese juego estilo Globetrotters que tanto le gusta.

Pero la verdadera fortaleza de este Bicho modelo también se encuentra puertas adentro. En un fútbol argentino donde muchos clubes arden entre problemas judiciales y políticos a diario, Argentinos da una auténtica masterclass de gestión. Bajo el liderazgo de Cristian Malaspina, que transita su décimo año al frente sumando logros institucionales, el club ha alcanzado hitos históricos: firmó la emblemática lista de unidad, construyó y refaccionó por completo el Centro de Fútbol Profesional en el Bajo Flores, se encuentra remodelando integralmente el Estadio y levanta la nueva tribuna sobre la calle San Blas.

Como si fuera poco, hace pocos días la comisión directiva cerró el balance 2024/25 con un superávit de ¡cuatro millones de dólares! Todo esto siguiendo un mismo modelo: apostar a las Inferiores y mantener un ojo clínico para comprar jugadores baratos, potenciarlos y venderlos por cifras muy superiores.

“Rompimos la maldita pared. ¡Ahora vamos a la final, hdp!”, escribió, completamente eufórico, el propio Cristian Malaspina en su cuenta de X. Es que, por más ordenado que estuviera puertas adentro, Argentinos siempre se quedaba en la puerta, porque la pelota simplemente no entraba. Pero se levantaba una y otra vez, volvía a intentarlo, porque al final buscaba justamente eso que logró ante Belgrano: llegar a una final, al partido decisivo para pelear por un título.

Eso sí: cualquier hincha de Argentinos hubiera querido que fuera exactamente como se dio ante Belgrano. Justo así. Con un equipo que encarna el fútbol de la casa: buen juego y arrollador. Capaz de, tras empezar perdiendo, darle vuelta al partido con una propuesta implacable. Con un técnico y juveniles surgidos del club. Con Alan Lescano, que juega para deleitar a los grandes sommeliers de este deporte. Con Hernán López Muñoz marcando un gol, siendo la figura del partido y diciendo: “Diego me cuida desde arriba”. Con Ana Maradona en la tribuna, mezclada en medio de una hinchada que, en cada minuto 10 de cada partido, le canta a su hermano. Con equilibrio, buena gestión y buen juego. Y, por supuesto, con la fe ciega de que, en algún momento, esa pelota que faltaba iba a entrar, para finalmente dejar de quedarse a las puertas de una final y poder romper la pared.

Pasaron 5 años, 10 meses y 10 días desde que Maradona, en su última visita a La Paternal, le deseara el campeonato a Argentinos, hasta que el equipo derrotó 2-1 a Belgrano y finalmente llegó a una final. Ahora está a noventa minutos de que, por fin, se cumpla el último deseo de Diego: la sexta estrella.